Sophia nunca imaginó que su vida cambiaría al ser poseída por un libro, sin siquiera saber de qué novela se trataba. Todo parecía confuso hasta que apareció Killian, su prometido: un duque del norte con cabello negro como la noche, ojos rojos intensos y un rostro que parecía esculpido por los dioses. Lo suyo era un matrimonio por contrato, y Sophia estaba convencida de que él era el protagonista masculino de esta historia.
Pero las apariencias engañan. Una noche, el aroma metálico de la sangre llenó el aire, y los ojos de Killian se entrecerraron con una intensidad escalofriante. Fue entonces cuando Sophia comprendió la verdad: Killian no era el héroe, sino el villano. Con una mano fría acariciando su mejilla, él susurró con una sonrisa enigmática: "No habrá una ruptura, Sophie". Su voz, suave pero firme, parecía sacada de un cliché... uno que Sophia odiaba con todo su ser.