Capítulo 36
Parte 2 – Un “accidente” inesperado – 2
Ya los periódicos me están anunciando como la prometida del príncipe.
El anuncio de la prometida del príncipe heredero imperial fue la noticia más importante que surgió del banquete de cumpleaños de ese año. Todos los periódicos habían estado esperando la noticia, y la publicaron como una edición especial:
—¡Anunciada como prometida del príncipe heredero imperial Linden, la señorita Elise de Clarence!
—¡La señorita Elise de Clarence se convierte en la protagonista del banquete de cumpleaños!
Esos eran los titulares más moderados.
—¡La señorita Elise de la Casa Clarence! ¡La futura madre del Imperio!
Había muchos artículos que daban a entender que ya estaba casada con el príncipe.
No eran tan distintos de los artículos que salieron tras el anuncio en su vida pasada. Ahora, no había un solo ciudadano en Britia que no supiera su nombre.
—Haa. Tú puedes con esto, Elise.
A ese paso, quedaría establecida como la prometida del príncipe heredero sin importar el resultado de la apuesta. Tenía que revertir la situación antes de que eso pasara.
Se armó de determinación y se dirigió al banquete de cumpleaños.
Una vez que llegó, muchas personas voltearon a verla. Era como si, por fin, hubiese llegado la estrella del banquete.
—Oh, señorita Elise. Felicidades.
—Sabía que Su Majestad Imperial la elegiría, mi lady.
La gente rodeó a Elise. Aunque no se había hecho un anuncio formal sobre el compromiso, todos asumían que se anunciaría tan pronto como celebrara su ceremonia de mayoría de edad.
La joven que se convertiría en princesa heredera y luego en emperatriz… Todos querían llamar su atención.
—En absoluto. Su Majestad no ha hecho un anuncio formal todavía. Después de todo, podría cambiar de opinión más adelante, así que no puedo aceptar sus felicitaciones —rechazó Elise con suavidad.
Ella las rechazaba porque realmente no las deseaba, pero las personas lo interpretaron de otro modo:
—Todos esos rumores terribles sobre ella eran solo chismes falsos.
—Esto no es distinto a ser elegida como prometida, ¡y aun así es tan humilde! ¡Es completamente diferente de lo que se decía de ella!
—Tal como cabría esperar de la joven que se convertirá en princesa heredera.
La gente asumió que estaba siendo modesta y la miraron con admiración.
Y eso no era todo.
Su belleza, su serenidad, su comportamiento cortés: la Elise de Clarence que estaban viendo era alguien verdaderamente digna de ser la princesa heredera, muy distinta a la mujer de los rumores.
—Realmente no se puede creer en los chismes.
—No se conoce a una persona hasta que se la ve en persona.
Susurraban entre ellos.
—Su Majestad Imperial tiene buen juicio. No solo pertenece a la Casa Clarence, la más prestigiosa del imperio, sino que además es así.
—Concuerdo totalmente. Es la pareja perfecta para Su Alteza Imperial.
Elise estuvo a punto de estallar de frustración al escucharlo. ¡Eso no es! ¡Eso no es en absoluto lo que pasa! Quería gritar, pero sabía que no tenía sentido en ese momento.
Debo resolver esto con Su Majestad Imperial.
Sí, todo dependía de su confrontación con el emperador. No valía la pena hablar con esas personas.
Sonrió como una muñeca en medio de la multitud y esperó al emperador.
Se sentía más mareada y le dolía más la cabeza al estar rodeada de tanta gente, pero aguantó.
Pasado un tiempo, llegó el anuncio:
—¡Su Majestad Imperial!
El emperador entró al salón de banquetes, acompañado por el sonido de las trompetas y con su típica sonrisa amable.
Elise se mordió el labio.
El emperador venía con varios funcionarios. La primera reina, actualmente la dama más poderosa del palacio imperial, no se encontraba presente, como de costumbre.
Ahora no es el momento. Esperaré un poco más. Mantenía conversaciones mientras vigilaba el momento adecuado para hablar en privado con el emperador.
Fue entonces cuando una voz suave la llamó.
—Oh, señorita Elise. Es un placer verla.
La duquesa Harber, una noble de mediana edad con un carácter cálido, se acercó a Elise. Estaba emparentada con la familia imperial. Sus ojos dorados se curvaron en dulces medias lunas.
—Es un placer, duquesa Harber —respondió Elise con el debido respeto.
—¿Pudo descansar cuando regresó a casa ayer?
—Sí, Su Excelencia.
La duquesa era asistida por una doncella que la acompañaba. Normalmente, los asistentes personales no podían asistir al banquete de cumpleaños en el palacio imperial, pero como la duquesa era miembro de la familia imperial y padecía Parkinson, se entendía que era una excepción.
—Me alegra pensar que pronto seremos familia. Cuide bien de Su Alteza Imperial. Puede parecer serio, pero en realidad es bastante adorable cuando lo conoces.
Elise sonrió incómoda.
¿Adorable? ¿Ese príncipe heredero?
Nunca había escuchado dos palabras que se contradijeran tanto.
Pero como si realmente lo considerara adorable, la duquesa continuó sonriendo:
—Puede parecer algo brusco ahora, pero de pequeño era tan dulce y encantador. Parece que fue ayer cuando caminaba tambaleándose para hacer las cosas más adorables.
Siguió hablando mientras se llevaba la bebida a los labios, quizás por sed. Fue después de tomar un sorbo que—
¡Cof, cof!
Como si la bebida se le hubiese ido por el camino equivocado, empezó a toser.
—¡Su Excelencia! —El rostro de Elise se endureció.
Parecía haber sido un error simple, pero no lo era. Era un síntoma de aspiración, común en el Parkinson.
A medida que avanzaba la enfermedad, las funciones motoras de brazos y piernas se deterioraban, al igual que la capacidad del esófago para tragar. Por eso, los alimentos que debían pasar por el esófago se desviaban a la tráquea, y en casos graves, la bloqueaban, provocando la muerte por asfixia.
No puedo curar su enfermedad, pero debo evitar que muera por aspiración.
La duquesa también había muerto de aspiración en su vida pasada.
Por la gravedad de sus síntomas, ahora necesitaba medidas preventivas, pues el problema podía surgir en cualquier momento.
Será mejor explicarle las medidas preventivas en cuanto tenga oportunidad, decidió Elise.
La muerte por asfixia no era muy distinta a un accidente. Podía ocurrir en cualquier lugar y momento, así que Elise pensó que debía advertirle lo antes posible.
Luego de que la duquesa logró detener la tos con dificultad, dijo:
—Haa, esto es muy agotador.
—Por favor, tenga cuidado, Su Excelencia.
—Sí, debo hacerlo. Ah, señorita Elise. La razón por la que vine es porque tengo un mensaje para usted.
—¿Y cuál es?
—Su Majestad desea hablar con usted un momento, si no le importa.
El rostro de Elise se puso serio.
Por fin podría hablar con el emperador.
Su destino pendía de un hilo.
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El emperador Minchester de Romanov estaba en el balcón del segundo piso conectado al salón de banquetes. El balcón sobresalía hacia el interior, permitiéndole ver todo el evento de un vistazo.
—Elise de Clarence saluda al Sol del Imperio.
Elise contuvo su agitado corazón y saludó al emperador con respeto.
Minchester se giró y sonrió al verla.
—Ha pasado un tiempo, señorita Elise. ¿Un mes y medio?
—Sí, Su Majestad Imperial.
—Parece que su trabajo en el hospital ha sido arduo. Se ha adelgazado.
—No es para tanto, alteza.
—¿Cómo que no? Me duele el corazón verla tan decaída.
—Es usted muy amable.
Minchester chasqueó la lengua.
—Lady Elise.
—¿Sí, alteza?
Elise mantuvo la cabeza inclinada, esperando que el emperador continuara. No la había llamado solo para charlar. Seguramente hablaría de los sucesos de ayer.
Sin embargo, lo que salió de sus labios fue completamente inesperado.
—Quisiera pedirle un favor. ¿Me lo concedería?
—Ah… solo dígalo.
—¿Podría preparar de nuevo el té que me sirvió la vez anterior?
No estaba en condiciones para preparar té con tranquilidad, pero considerando quién hacía la petición, ¿cómo podría negarse?
Elise respondió con cortesía:
—Sí, Su Majestad. Un momento, por favor.
Pidió al asistente que trajera las hojas de té y demás utensilios, y suspirando internamente, comenzó a prepararlo.
Haa, ¿qué estará pensando Su Majestad?
No podía entenderlo.
Pero tal vez por estar preparando té con calma, sus pensamientos turbulentos comenzaron a aquietarse.
De cualquier forma, hablaré con él. No puedo permitir que esto continúe así.
El aroma del té comenzó a esparcirse.
Ante ese aroma, que recordaba a Reako, la tranquila nación del Este, el emperador dijo:
—No tiene idea de cuánto anhelaba este sabor desde la última vez. Incluso siguiendo su receta, no conseguía el mismo resultado. ¿Cómo logra este aroma?
—Es usted muy amable. Solo temo que habilidades tan pobres como las mías arruinen su paladar —respondió Elise con humildad.
El emperador bebió lentamente el té que ella preparó.
—Sí, esto está muy bien.
Sonrió al saborearlo.
Se hizo un breve silencio.
Tal vez por el aroma relajante del té, aunque el banquete seguía animado al otro lado del balcón, el espacio que compartían parecía un mundo aparte.
Elise apretó los puños sobre su vestido. Se sentía nerviosa, pero lo reprimió, esperando a que él hablara primero.
Finalmente, el emperador dejó la taza de té.
—Señorita Elise.
—¿Sí, alteza?
—Tiene algo que desea preguntarme, ¿no es así? —sugirió el emperador con suavidad.
Ella tragó saliva.
Había llegado el momento. Esta conversación podría decidir su futuro. Tenía que hablar con destreza.
—Sí, Su Majestad. Le pido disculpas, pero si me lo permite, ¿puedo hacerle una pregunta?
—Adelante.
—¿Qué pasará con la apuesta?
Su corazón latía con fuerza.
La apuesta que consistía en que, si demostraba su valía como doctora antes de la ceremonia de mayoría de edad, él cancelaría su compromiso con el príncipe heredero.
Era un trato ridículamente desfavorable, pero estaba segura de que ganaría. No, pensaba ganar sin importar los obstáculos.
Pero… ¿y si el emperador se retractaba? Odiaba considerar esa posibilidad, pero no podía evitarlo.
—¿Por qué pregunta eso? —preguntó el emperador con desparpajo.
—¿Perdón?
—Sigue siendo válida, por supuesto.
Elise se quedó sin palabras.
—Puede que sea una apuesta personal entre nosotros, pero soy el emperador del Gran Imperio de Britia, que se extiende más allá del continente hasta abarcar el mundo. No rompo mis promesas, así que no se preocupe.
Su seguridad solo dejó más confundida a Elise. ¿Entonces qué fue el anuncio de ayer?
El emperador sonrió con picardía al decir:
—No fue un anuncio oficial, ¿verdad?
Elise esperó en silencio que continuara.
—No hubo ceremonia de compromiso, y tampoco fue un anuncio oficial. Si usted tiene éxito, todo puede revertirse en cualquier momento, así que no se preocupe.
—Pero…
Ella vaciló.
El emperador tenía razón, por supuesto.
No fue un anuncio formal. No hubo ceremonia, y él podía actuar como si nunca hubiera pasado.
Pero si se retractaba, se dañaría la dignidad del emperador Minchester. La dignidad del emperador que debía ser la figura más respetada.
—Pero… ¿usted estará bien?
—Mm, eso es algo que tendré que asumir. No se preocupe. Le juro por el nombre Romanov que su honor no se verá manchado —dijo con facilidad—. Y la autoridad del Señor del Trueno no se verá afectada por algo como esto.
Eso dejó atónita a Elise.
—La autoridad del emperador proviene de pensar en sus ciudadanos, después de todo. ¿No cree usted también, señorita Elise? Y no me ha ido mal en ese aspecto —dijo Minchester con una risa.
Era cierto.
Esa era la filosofía de la familia imperial Romanov.
“Gobernar como un servicio.”
“La autoridad del emperador proviene de pensar en los ciudadanos.”
Gracias a esa filosofía, a pesar de vivir en una época turbulenta en la que muchas monarquías habían caído, la familia imperial Romanov continuaba con su autoridad absoluta, y el emperador Minchester contaba con el apoyo total de sus ciudadanos.
—De todas formas, señorita Elise.
—¿Sí, alteza?
—Debe tener mucha confianza en la apuesta, ya que le preocupa lo que pasará si gana. Pero ¿qué haremos? —añadió el emperador con picardía—. Yo tampoco tengo intención de perder.
—La condición exacta de la apuesta fue esta: demostrar que puede hacer un trabajo más valioso que convertirse en princesa heredera y luego en emperatriz. Sin embargo, no estoy seguro de qué logro sería más valioso que ser la emperatriz de Britia. No estoy convencido de que pueda lograr algo tan grandioso antes de su ceremonia de mayoría de edad.
Elise comprendió la intención del emperador.
Había utilizado la palabra “logro”.
Eso significaba que no aceptaría cualquier acto.
Además, quien juzgaría ese logro sería el emperador, así que si él decía que no era suficiente, ella perdería. Tenía que lograr algo que cualquiera reconociera. Algo que ni siquiera el emperador pudiera negar. Ese era el tipo de logro que debía alcanzar.
Y debía hacerlo antes de su ceremonia de mayoría de edad, en los próximos meses.
El rostro de Elise se endureció al comprenderlo.
Pero aún así… no perderé.
Apretó el puño.
Sí, no perdería. Tenía que ganar.
⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Matrone Scan
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