Muchas gracias por leer. Si encuentras algún error o tienes alguna duda y/o apreciación, puedes hacérmelo saber en los comentarios (los leo todooooos). En caso que desees que se te avise de nuevos estrenos y actualizaciones, puedes buscarme en Facebook como "Becky Traducciones" y darle follow <3
Capítulo 06
La presión del barón Theron, la situación financiera del Swan’s Ballet y…
Tuvo que venir a este hotel por varias razones.
Pero eso no significaba que fuera a pasar la noche con Joseph Malone.
—Entonces, ¿para qué has venido?
Le preguntó con una voz mucho más fría que antes, a diferencia de antes, cuando tenía una sonrisa.
—Sr. Malone, usted dijo que le gustaba, ¿verdad?
La fuerza de un hombre es diferente de la fuerza de una mujer. Si Joseph Malone decidiera forzarla, las cosas se saldrían de control. Karen no quería causar un escándalo si podía evitarlo.
—¿Entonces no puede simplemente ayudarme en lugar de este quid pro quo*?
(Becky: *Sin pedir algo a cambio).
—¿Sólo… ayudarte?
—Sí.
Pero cuando un acosador, que llevaba casi un año acechando, tiene la oportunidad de tener a su presa a solas en un hotel, no hay forma de que la deje marchar en paz.
—Yo, ¿por qué?
Joseph Malone agarró sin contemplaciones el hombro de Karen con fuerza.
—¡Me duele, Sr. Malone…!
—Tienes que darme lo que quiero, y recién te concederé un favor. ¿No es así como funciona?
Mientras la acechaba, había fingido ser un hombre inocente e inofensivo lleno de amor puro, ahora mostraba su verdadera mirada siniestra.
—¡No haga esto…! ¡Suélteme, por favor!
—¿Crees que voy a perder esta oportunidad? ¡Llevo mucho tiempo esperando este momento!
Sus manos, desagradables al tacto, la agarraron por los hombros, y abrazó su cuerpo por la fuerza mientras ella intentaba retroceder.
Karen, realmente, no quería ningún alboroto innecesario.
Pero hay días en los que era necesario hacerlo.
Para Karen, hoy era uno de esos días.
—¡Aaaahhh!
Pronto, los gritos de alguien se escucharon.
* * *
Jude Cullen era una persona que ponía su familia por encima de todo. En otras palabras, también significaba que era una persona que no respetaba el tiempo a solas de sus nietos adultos.
—No puedo creer que estés consiguiendo habitaciones separadas. ¿Crees que no sé que vas a trabajar toda la noche? Hace tiempo que no nos reunimos, pasemos juntos toda la noche de hoy.
Debido a la insistencia de su abuelo materno, Arthurus se vio obligado a conseguir una gran suite.
Le indicaron que habían varias habitaciones dentro, para que puedan dormir por separado…
—¿Qué está haciendo aquí?
Por supuesto, sabía que esta situación ocurriría. Arthurus se apoyó en la puerta y preguntó con los dientes apretados.
—Claro que sí, te estaba esperando.
—No veo a su prometido.
—Ahora mismo está en la ducha.
El abuelo ya estaba dormido, borracho de whisky, y Cato estaba en la ducha…
Para Sierra, esta era una oportunidad única. Arthurus chasqueó la lengua.
—Lo que hace es vergonzoso, Srta. Miller.
—¿Qué hice?
—Hablar sin cuidado.
Arthurus tiró bruscamente de su corbata, aflojándosela. Sierra le miró con descaro.
—Eso es demasiado, Arthur.
Sierra, que llamaba a Arthurus por su apodo sin permiso, era una mujer hermosa y fascinante la viera quien la viera.
Su pelo rojo fuego, las curvas voluptuosas de su cuerpo y una sonrisa vivaz y encantadora.
Con un aspecto así, no es de extrañar que la llamaran la “Rosa Dorada del imperio Gloretta”.
Sierra ha sido el centro de atención desde el principio de su vida.
Huérfana de guerra, posteriormente adoptada por un conde y ahora prometida de Cato Kloen.
Fue una de las personas que fueron prisioneras del país enemigo en el campo de batalla hace mucho tiempo. Arthurus la había rescatado.
En su momento, hubo muchos artículos de chismes que relacionaban a Arthurus y a Sierra debido a tal historia. Por supuesto, fue ella quien dijo al público que tenían tal conexión.
En realidad, Arthurus no la recordaba en absoluto.
—Sabes que me gustas.
—…
—Tú, no Cato.
Pasándose una mano por el despeinado pelo negro, Arthurus se encontró deseando fumar un cigarrillo en aquel momento.
Estaba cansado de ser perseguido por una mujer con la que no tenía nada que ver, y que era la prometida de su hermanastro.
Quería ser lo más cortés posible con la dama. Y, aunque no sentía lazos familiares por Cato, estaban vinculados; no quería asustar a su prometida. En la medida en que su paciencia se lo permitiera, tenía la intención de participar en las actividades de su abuelo materno.
Sin embargo, Sierra Miller seguía cruzando la línea.
—Sólo te tengo a ti.
Ella se aflojó deliberadamente la ropa y se acercó sigilosamente a Arthurus, fingiendo un afecto poco habitual en ella.
—Arthur.
—…
—Sé que no te gusta Cato. Sólo finges ser su familia por voluntad de tu abuelo… Yo tampoco estoy con él por amor. Sólo necesito que tú me ames.
El pecho de Arthurus subía y bajaba ante el suave contacto de las manos de ella en la parte delantera de su camisa. Sierra levantó la comisura de sus labios cuando la respiración de Arthurus pareció un poco acelerada.
—Entonces, confiéselo primero.
—¿Sí? Qué… ¡Ugh!
Sierra estaba equivocada.
Arthurus no estaba excitado con los gestos seductores de una mujer hermosa.
Sólo estaba reprimiendo su disgusto e irritación ante el insoportable manoseo.
Agarró dolorosamente la muñeca de Sierra mientras ella le toqueteaba el pecho y lanzó al aire bruscamente la extremidad, como si tirara basura.
—Dígaselo al abuelo.
—A-Arthur…
—Dígale que me ama.
Arthurus no quería ser duro con la dama. Desde su infancia, experimentó la guerra y sabía que había una ferocidad al acecho dentro de él que podría estallar en cualquier momento.
Más aún, quería ser cortés con aquellos con los que necesitaba ocultar su ferocidad: las mujeres y los niños, los ancianos y los animales.
Aunque fueran ellos los que le pusieran de los nervios hasta el punto de ruptura.
—Dígaselo a Cato también. “Quiero a tu hermano, no a ti”. Y que se acercó a él con segundas intenciones.
—…
—Si me ama lo suficiente como para ser etiquetada socialmente como una mujer inmoral,
—…
—No se interponga en mi camino a espaldas de otros, intente cortejarme en público.
Ella estaba tan cerca a él por apenas una pulgada de distancia, pero no podía decir nada. Nerviosa y asustada al mismo tiempo.
—Entonces, quién sabe. Tal vez me conmueva un poco ante su esfuerzo hipotético.
Aunque sabía que aquella voz grave pretendía ridiculizarla…
Sierra sintió ganas de creerle y hacer una locura.
—Arthur, éramos buenos juntos…
—…
—Me salvaste en el campo de batalla, y yo te amé por ello…
Sierra trató de traer a colación los viejos recuerdos que él negaba.
Arthurus decía que no la recordaba como uno de los prisioneros que había salvado en el campo de batalla, pero lo hará. La pobre chica a la que cuidó especialmente…
Fue justo entonces.
—¿Sierra?
Se escuchó la voz de Cato desde la otra habitación. Sólo entonces Arthurus dio un paso atrás, ocultando la ferocidad que parecía que iba a atacar en cualquier momento.
—¿Cuántas veces tengo que decírselo, señorita Sierra Miller?
En un santiamén, había vuelto a ser un caballero educado.
—Usted no es la chica que recuerdo.
Durante la guerra, el país enemigo no sólo tomaba como prisioneros a soldados, sino también a ciudadanos de a pie.
En una ocasión, Arthurus recibió el encargo de rescatar a un gran número de prisioneros civiles. Entre ellos, se ocupó especialmente de una chica que era sólo unos años más joven que él, y Sierra afirmaba que ella era esa chica.
Viendo su mirada, parecía que era sincera y no mentía, pero Arthurus podía jurarlo.
Sierra Miller no era esa chica.
Además, esa chica ya no estaba en ninguna parte.
—Por favor, váyase ahora, señorita Miller.
Porque esa chica había muerto ante sus ojos.
—Arthur…
—Si la señorita Miller no se va, lo haré yo.
Arthurus salió de la habitación, incapaz de soportar su apego persistente. Detrás de él, Sierra extendió vacilante su mano, pero su patético gesto no recibió atención.
Aunque se vio privado de la oportunidad de descansar en paz, fue lo mejor para él.
Empezaba a estar desesperado por un cigarrillo.
***
—¡Detente! ¡Pagarás por esto!
Se desarrolló una escena bizarra.
La persecución entre una mujer y un hombre.
La visión de un hombre ensangrentado persiguiendo a una mujer por el pasillo del hotel sólo puede describirse como extraña.
—¡N-no haga esto! ¡Sr. Malone, por favor!
—Qué mojigata. Si no tenías intención de hacer esto conmigo, ¿por qué viniste al hotel con tus propios pies? ¿Eh?
Joseph había tratado de abrazar por la fuerza a Karen, quien lo apartaba obstinadamente y se negaba a ir a la cama. En ese momento, había un jarrón de flores colocado sobre la pequeña mesa de té.
Sin dudarlo, Karen levantó el jarrón y lo usó para golpearlo.
Como resultado, Joseph Malone ahora la perseguía con la cabeza sangrante. Y muy enfadado también.
Era un alivio que Karen tuviera buena fuerza física.
Corrió por el pasillo, descalza, intentando recuperar el aliento cuando empezó a sentirse un poco pesada. Pero Joseph Malone la perseguía a un ritmo aterrador.
‘¿Adónde… adónde debo ir?’
Tras llevar un rato corriendo, se detuvo al final del pasillo.
El camino se dividía en dos direcciones.
Adónde debía ir. En qué lugar estaría una persona que esté dispuesta a ayudarla.
Dejanos tu opinion
No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!
Por favor, introduzca su nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirá un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.