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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 29

Capítulo 29

 

 

—No le mencioné que se trataba de una reunión importante con la familia real y miembros del Parlamento. Lo único que le dije fue que se trataba de una junta de emergencia dentro de la empresa.

Añadió Lois con urgencia mientras la expresión de Arthurus se volvía cada vez más fría.

Era cierto. No reveló ninguna información importante.

—Si hablas de una cosa, ¿qué garantía hay de que no hables de dos más?

—Arthurus, la señorita Karen es tu pareja. Quería evitar cualquier malentendido de engaño con otra mujer. Al menos podía decirle que estabas en una junta.

—Y si Karen seguía malinterpretando, entonces le ibas a contar los detalles de la junta.

Lois se quedó sin palabras.

No le reveló ningún secreto importante. Es más, ¿ni siquiera podía contarle esta verdad a la pareja de su amigo?

—Arthurus, ¿desconfías de la señorita Karen?

—Sólo no quiero involucrar asuntos públicos en mis relaciones personales. Especialmente si se entrelazan con asuntos de seguridad nacional.

—…

—No hay excepciones para la familia y las parejas.

Arthurus empujó el hombro de Lois con el dedo índice.

—Lo mismo ocurre con los amigos.

Hacía tiempo que Lois no veía a su amigo tan enfadado; inclinó la cabeza sin decir palabra. Arthurus respiró hondo y consiguió calmar su áspera voz.

—Si yo fuera un espía infiltrado en un país enemigo, supongamos que sí. Y si tengo información de que el jefe de una empresa contratista militar tiene una junta importante todos los jueves, lo vigilaría esos días en específico. Entonces me enteraría que se reúne con los parlamentarios. Así intuiría que algo importante ocurre en esas juntas, entonces investigaría más a fondo.

—…

—No estoy dudando de Karen. Pero hay oídos por todas partes, así que ten cuidado. Ten en cuenta que conoces la agenda de mis reuniones no como mi amigo, sino como mi empleado.

Lois asintió en silencio.

—Eres un gran empleado, Lois. Espero no tener que perderte.

Arthurus subió primero al coche, dejando atrás a su cabizbajo amigo.

No se sentía tranquilo con darle duras advertencias. Pero no podía hacer excepciones.

Si surge una excepción, pronto aparecerán también dos o tres más.

Un pensamiento como el de “somos familia, amantes y amigos, creo que puedo contarle un poquito de la verdad…”

Esa complacencia puede llevar a la filtración de información nacional importante.

Trabajar en asuntos relacionados con la seguridad nacional significa que siempre hay que estar tenso, cuidadoso y vigilante.

No por la guerra, sino por la paz del momento.
(Becky: Pienso igual).

 

* * *

 

Click, click.

Karen, con el brazo enlazado orgullosamente con Arthurus, había salido “de compras”; de momento estaba mirando con interés un cuenco de cerámica azul cobalto.

Detrás de ellos, los reporteros contratados por el duque tomaban fotos con descaro.

Entre las docenas de fotos, se seleccionaría una que cautive al público: Una bella pareja en la calle.

—Lo ha estado mirando detenidamente durante un rato, ¿por qué no lo compra?

—El sueldo de una bailarina no es tan alto.

Arthurus se quedó desconcertado.

Los platos eran caros así que ella sólo los miraba.

Al sentir su mirada silenciosa, Karen levantó la cabeza con perplejidad.

—¿Qué pasa?

—No creo que sea algo que deba decir teniendo un novio rico.

Arthurus llamó al dependiente con un leve gesto y señaló la vajilla que Karen había estado mirando.

—¡No le he pedido que lo compre!

Karen extendió la mano, pero el juego de vajilla ya estaba siendo empaquetado con agilidad.

—¿Qué más quiere comprar?

—N-no tiene que hacer esto…

—Hay muchos ojos mirando, señorita Karen.

Arthurus bajó la cabeza y se lo susurró. Aun así, debido a la diferencia de altura, cada vez que él hablaba, su aliento llegaba a las sienes femeninas en lugar de los oídos.

Ella se encogió ante el cosquilleo, pero las últimas palabras la hicieron volver en sí.

—Tiene que acostumbrarse a recibirlo todo de mí.

Ahora se daba cuenta de que el hecho de que él le hiciera un regalo formaba parte de un teatro para la relación contractual.

Aparte de los reporteros que el duque había llamado, había muchas personas aquí que los miraban abiertamente.

Juguetonamente, con sus brazos entrelazados con los de Arthurus, apretó su cuerpo contra él

—C-cómpreme eso también…

Y apuntó lado.

Casualmente, donde señalaba el dedo femenino, había un pequeño osito de peluche.

—…

Arthurus se quedó momentáneamente sin habla al ver el osito de peluche, algo demasiado tierno para que lo quisiera una mujer adulta. Ella estaba más avergonzada que nadie.

—No sabía que los gustos de mi novia fueran tan adorables.

—¡No me tome el pelo…!

Incapaz de superar su vergüenza, apartó su cuerpo de él, Arthurus no pudo contenerse y soltó una risita como niño travieso.

—Bueno, creo que tendremos una buena foto…

Como la expresión de Karen se volvía cada vez más agria, Arthurus hizo un esfuerzo por detener su risa y cambiar de tema de conversación.

—¿Salimos?

Tras dejar la vajilla empaquetada con su asistente, Arthurus condujo a Karen fuera de la tienda.

Cuando la gente los veía, él tenía contacto físico con ella, pero al estar a solas, no la tocaba en absoluto. Igual que ahora, en el coche, sentados un poco separados.

Estaban uno al lado del otro, sin contacto alguno. Karen, que estaba mirando la mano de Arthurus, se apresuró a colocar su propia mano sobre su regazo mientras el asistente subía al coche.

—¿Ha estado con alguna otra mujer aparte de mí?

Arthurus, que había estado mirando por la ventanilla, volvió la mirada para mirarla. Entrecerró los ojos como si tratara de entender la intención de la pregunta.

—Creo que está acostumbrado al contacto físico.

—Tú también abrazas mi brazo con naturalidad.

(Becky: Aquí, Arthurus le responde con informalidad).
Arthurus habló, consciente de que el chofer y su asistente no sabían de su relación contractual.

Fingir estar en una relación era algo que las personas que alguna vez habían estado en una relación real hacían de forma natural.

Pensó que la actuación de Karen y la suya propia eran muy torpes. Lo extraño era que el público no sospechaba de ello.

—Yo soy…

Karen se sentía agraviada, pero no encontraba las palabras adecuadas.

Se esforzaba por fingir que él era su novio. Pero ahora, no sólo era incapaz de hablar de ello con otras personas alrededor, sino que, cuando lo pensaba, Arthurus también era quien utilizaba el contacto físico para fingir su interés amoroso.

Por qué, por qué.

¿Por qué sentía cierta injusticia cuando él tenía cercanía con ella con tanta naturalidad?

Se quedó pensando con detenimiento, luego encontró la respuesta sin dificultad.

La duda era por qué, a diferencia de ella, Arthurus parecía tan despreocupado. Lucía como alguien que ha experimentado mucho esa clase de cercanía.

—¿Es este el final de la cita de hoy?

Ella fue la primera en cambiar el tema de conversación.

Le parecía que cuanto más expresaba su frustración, más se perjudicaba a sí misma. Era extraño sentir molestia al ver que él no parecía tener problemas con el contacto físico.

—Bueno.

No le dio una respuesta definitiva. Había pasado un largo rato en silencio.

—Karen.

—…Sí.

Karen respondió con calma cuando la llamó por su nombre.

—¿Te gustan los perros?

—¿Por qué de la nada menciona…?

—Acabo de enterarme que alguien, cercano a mí desde que me enlisté en el ejército, tiene una perra que acaba de parir cachorros.

Él le estaba hablando con informalidad, en el contexto de otras personas; parecía tan natural, como si siempre la hubiera tratado con cercanía.

—Me dijo que si quieres un cachorro, fueras a verlo…

Arthurus sonrió, inclinó la cabeza y la miró fijamente mientras preguntaba.

—Son cachorros lindos, ¿quieres ir a verlos?

Y como si estuviera poseída…

—¡S-sí… quiero ir!

Le brillaban los ojos.

—¿Qué tan pequeños son? ¿Son muy lindos? ¿Cuántos son?

Era la primera vez que ella reaccionaba con tanta fuerza, así que Arthurus le giró la cabeza y se tapó la boca con la mano, como si estuviera pensando.

—Me dijo que acaban de nacer… Son cachorros de pastor alemán, así que probablemente no sean tan pequeños.

Parecía poco sincero al responder sin mirarla. Pero Karen, emocionada por la perspectiva de ver cachorros, no se sintió especialmente ofendida.

—Cuando era niña, tenía una perrita en casa. Era callejera, se quedó preñada y parió a escondidas en nuestro cobertizo. Era realmente adorable…

Siendo alguien que no habla mucho, era raro verla hablar así. Sin embargo, Arthurus no la miró, sino que se limitó a contemplar el paisaje fuera de la ventana.

Siendo más exactos, el rostro de Karen estaba reflejado en su ventana.

Era una imagen tenue, pero emitía la misma sensación.

Como si fuera a desaparecer en cualquier momento.

Pero la suave voz venía claramente del costado.

El rostro de femenino reflejado en la ventana estaba lleno de emoción. Arthurus tuvo el extraño pensamiento de que las emociones de Karen podían transmitirse a él.

(Becky: Yeeeey, perritos).

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