—Investiga a todos los que han tenido una relación cercana con Joseph Malone, ya sea en el ámbito profesional o personal. Y…
La mirada de Arthurus se posó en un cubo de basura en la esquina de la pared. Sin dudarlo, se acercó y lo volcó.
Dentro, encontró un montón de cenizas que parecían papel quemado. Sin dudarlo, Arthurus buscó entre las cenizas y encontró un trozo de papel de carta quemado.
Mientras limpiaba cuidadosamente el hollín del papel de carta, las palabras “Karen” y “secuestro” aparecieron a la vista.
—También…
Al menos era suficiente para demostrar que Karen había sido secuestrada por Joseph Malone.
Ahora todo lo que tenía que hacer era rastrear quién le había enviado esta carta al lunático.
El nombre de la persona que envió la carta estaba tan hollado que era imposible verlo, pero pronto se formó una leve sospecha.
Después de haber permanecido perdido en sus pensamientos por un momento, Arthurus se sentó.
—Supongo que tendré que hacer esto yo mismo.
—¿Adónde vas?
Como tenían que mantenerse en contacto constante entre sí, Arthurus le dijo a Lois hacia dónde se dirigía.
—¿Por qué ir a esa mujer…?
—Lois.
Arthurus interrumpió las palabras desconcertadas de su amigo y le habló en voz baja.
—Hay algo que necesito que hagas en secreto.
Tras escuchar las instrucciones, Lois asintió y se marchó rápidamente. No era el único que tenía prisa por ir a otro lugar.
El lugar al que se dirigió Arthurus, después de reemplazar a su propio chófer y conducir él mismo, no era otro que la residencia del conde Miller.
Como ya había hecho una llamada de anticipación a la residencia del conde, este salió a recibirle con una expresión de sorpresa y alegría. Estaba desesperado por atarlo con su hija, así que meneaba la cola con vana esperanza.
A pesar de enfrentar semejante rostro repugnante, Arthurus inclinó la cabeza cortésmente y lo saludó primero, reprimiendo la ansiedad que crecía en su interior.
Tenía que darse prisa.
Ya habían pasado dos horas desde la desaparición de Karen.
* * *
El conde estaba en prisas tras el contacto repentino por parte del duque Kloen, quien dijo que haría una visita para reunirse con Sierra Miller.
No era el prometido de Sierra, Cato, sino Arthurus Kloen los iba a visitar.
Era el pez gordo que el conde Miller esperaba capturar presionando a Sierra. Hasta ahora, no había mostrado ningún interés en ella e incluso exhibía disgusto ante sus avances seductores, pero ahora estaba viniendo a verla en persona.
Gracias a eso, no sólo el conde sino también Sierra se pusieron en marcha.
El conde le sonrió amablemente a su hija, tras haberla tratado como un objeto inútil durante tanto tiempo; también se recortó el bigote.
Por otro lado, Sierra no podía estar tan alegre como el conde.
¿Por qué precisamente hoy? Justo cuando Joseph Malone le avisó que iba a dar un gran paso…
Sierra se mordió las uñas.
—Encantado de verlo, duque. Pero, ¿por qué solicitó un encuentro con mi hija Sierra…?
El conde miró a Arthurus con una expresión de anticipación que era casi pesada.
Contrariamente a sus expectativas, Arthurus no tenía intención de arrebatarle a Sierra a su medio hermano. Incluso si hubiera tenido esa intención, hubiera tenido el sentido común de no presentarse en la mansión del conde sin avisar.
—Le pido disculpas al conde, pero me gustaría hablar primero con la señorita Sierra.
—He, he, duque. Sierra es mi hija y no saber qué pasa…
—Conde.
La voz de Arthurus bajó un instante. Cuanto el conde se estremeció y abrió los ojos de par en par, Arthurus volvió a fingir cortesía.
—Por favor.
Aunque el duque era joven, el conde Miller sabía que no era una persona simple en términos de estatus o personalidad.
—S-si el duque así lo solicita…
El hombre intentó ocultar su nerviosismo riendo con ganas.
Finalmente llegó el momento en que sólo quedaron dos personas en la sala de estar.
Incluso las sirvientas que sirvieron el té se retiraron, y Sierra arrugó el dobladillo de su falda bajo la mesa. Sin embargo, en su rostro mantuvo una expresión tan encantadora como siempre, con una sonrisa coqueta.
—¿A qué se debe esta visita inesperada, Su Excelencia?
Aunque parecía creerse buena tratando con la gente, para Arthurus, Sierra no era muy buena ocultando sus emociones. Incluso ahora, notaba la tensión en los ojos femeninos.
—Señorita Sierra.
—Sí, Su Excelencia.
—Karen ha desaparecido.
La expresión de Sierra se endureció con torpeza. Pero era demasiado pronto para estar nerviosa y entrar en pánico.
—Pero, la razón por la que vino a verme es…
—La única persona a la que podía consultar a mi alrededor era usted.
—¿Sí…?
Cuando Arthurus mencionó algo completamente diferente a las sospechas sobre ella, Sierra se puso un poco atónita.
—No puedo entender los sentimientos de una mujer que se va sin una razón…
El frío e impenetrable Arthurus Kloen inclinó la cabeza ante ella.
—Pensé que esa mujer me amaba…
La expresión de Sierra, que había estado tensa por la ansiedad, se fue desmoronando poco a poco. Pronto, Sierra sonrió discretamente.
Arthur, con los codos apoyados sobre la mesa, hundió la cara entre las palmas de las manos, como si sintiera un gran dolor.
Por supuesto, era cierto que la situación era dolorosa, por lo que no todo era una actuación falsa para engañar a Sierra.
Todo era realmente insoportable. Recibió una bala en su lugar y ahora fue secuestrada; realmente sentía culpa.
Malditamente insoportable.
—Arthur…
Sierra Miller solía ser bastante astuta, pero ¿no ha sido bastante ingenua cuando se trata de él?
Era una mujer que actuaba como si seducirlo fuera lo único en su vida. Por eso se dejó influenciar con facilidad por unas cuantas palabras.
Ella se le acercó y le dio una suave palmadita en el hombro, ofreciéndole consuelo.
—No estés triste por una mujer que nunca te quiso.
—…No. Aunque lo hiciera, probablemente me odia ahora. Por mi culpa pasó varias dificultades.
Cuando Arthurus la miró, apartando su rostro de la palma de su mano, Sierra envolvió sus brazos alrededor de sus hombros.
—Después de lo que pasó, cualquiera hubiera querido dejarme.
—Arthur, sólo elegiste a la persona equivocada. Si hubiera sido yo, no te habría abandonado.
Los ojos de Sierra brillaron con avidez mientras lo veía mostrar debilidad por primera vez, como si estuviera mirando a una presa que está a punto de entrar en la trampa.
—No, no. a lo mejor no ha huido de mí.
—Oh Dios mío, qué lástima…
—No ha pasado tanto tiempo desde que desapareció, así que si la busco ahora, podré volver a verla.
—No, Arthur. Si se fue a propósito, es imposible que la encuentres.
Una persona que está obsesionada con algo se vuelve torpe porque toda su mente está enfocada en una cosa.
—Además, ya han pasado dos horas desde su desaparición; podría haber tomado un tren o carruaje para salir de la ciudad.
Un claro ejemplo era Sierra Miller.
—Así que, Arthur…
Sierra intentó bajar la cabeza hacia el rostro que había estado acariciando seductoramente. De repente, se detuvo. La cruda emoción en los ojos de Arthurus era palpable.
Sólo entonces Sierra se dio cuenta de lo tonta que había sido.
—¿Cómo sabe que Karen desapareció hace dos horas?
Los ojos azules del duque helaron a Sierra hasta los huesos.
* * *
El carruaje se dirigió hacia lo profundo de las montañas.
Para ser exactos, era una villa preciosa con un techo rojo brillante que se veía tan hermoso como el atardecer. Si no la hubieran secuestrado y llevado allí, habría estado encantada con el lugar.
Karen miró a su alrededor e intentó recordar cada rincón de la villa mientras Joseph Malone la arrastraba.
Contuvo un gemido mientras subían al último piso de la villa a pesar del dolor en el costado.
En el piso superior había una puerta con cerradura.
—Entra.
—¡Huh…!
Joseph Malone abrió la puerta y la empujó hacia adentro agarrándola del cabello, aparentemente ajeno al hecho de que ella era una paciente.
En el piso superior había habitaciones normales, no era un almacén ni una prisión. A juzgar por el número de habitaciones y puertas cerradas que no eran celdas de prisión, parecía que Joseph Malone había renovado el espacio para este día.
—Si haces algo estúpido, te mataré.
Se oyó un chirrido y la puerta se cerró.
A Joseph Malone le preocupaba que ella pudiera escapar, pero sus amenazas eran en vano.
|Ya me siento como si estuviera a punto de morir…|
La herida no se abrió, pero su cuerpo empezaba a arder. Se había exigido demasiado mientras no se había recuperado del todo.
—Haah…
Karen miró a su alrededor, sintiendo que su respiración se hacía cada vez más dificultosa. Por suerte, había una ventana grande.
Se le ocurrió que valdría la pena saltar desde el tercer piso, pero…
—…Ya me lo imaginaba.
Karen no tenía tanta suerte. La villa estaba ubicada al borde de un acantilado. La única ventana de la habitación daba justo debajo del acantilado y directamente al océano.
Caer desde aquí significa la muerte.
* * *
—Es sólo una suposición.
Como era de esperarse, Sierra negó las sospechas de Arthurus.
—¿En serio desapareció hace dos horas?
Incluso mostró una expresión de genuina sorpresa. Esta vez, Arthurus decidió darle un reconocimiento especial a Sierra Miller. Su desvergüenza era digna de reconocimiento.
Pero aparte de eso, Arthurus no tenía intención de tolerar sus mentiras.
|Si ya no puede darme más información, no la volveré a ver.|
Arthurus borró la mirada hosca de sus ojos y la observó con calma.
—Hay pruebas.
Los músculos faciales de Sierra, en completo control, se crisparon levemente ante la palabra “pruebas”.
Dejanos tu opinion
No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!
Por favor, introduzca su nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirá un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.