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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 42

Episodio 42

 

—Las bailarinas se creen preciosas obras de arte. Pero en el fondo, ¡solo son prostitutas que buscan al mejor hombre!

—¡Uf, hmph…!

—¡Tú! ¡Tú también! ¡Me mirabas como si quisieras que te eligiera! ¡Me observabas fijamente desde el escenario!

Con esto, Karen lo supo con certeza.

El acoso comienza con una delirios.

No era una información muy útil en medio de una situación en la que la muerte era una posibilidad.

|Tengo que vivir.|

Por ahora, tenía que complacer a Joseph Malone. ¿Pero es correcto permanecer encerrada y esperar a que llegue Arthurus?

Los “cuidadores” que sostienen su correa desearían que así fuera.

Pero Karen lo sabía por instinto.

Arthurus no vendría a salvarla a riesgo de una gran pérdida. Para él, ella era solo una amante contractual, nada más.

No quería morir

Los instintos más obvios surgieron.

Si contradecía los deseos de Kustia, la persona que les sirve de rehén estaría en peligro, pero incluso si Karen muriera, esa persona seguiría estando en peligro. Ya que al morir, el valor como rehén era nulo.

Es decir, si ella muere, la persona que quiere proteger también lo hará.

—Be…so, ugh… ¡Lo har…!

Karen dejó escapar una voz casi áspera mientras se ahogaba. Por suerte, Joseph Malone, lleno de excitación, la oyó.

La mano que sujetaba el cuello de Karen se aflojó.

—Ha, hmph…

No le era fácil respirar, ni por un instante; tenía la garganta obstruida. Inhaló y exhaló lentamente, temblando.

—¿Tú, ¿m-me… vas, me darás un beso…?

—Ya, ya lo dije…

Apenas capaz de recuperar el aliento, se acercó a Joseph, acariciándole el cuello, mientras aún tenía la vívida sensación de estar con somnolencia.

—Soy muy tímida, solo necesitaba prepararme mentalmente…

Para Joseph Malone, cuya mente estaba hecha un desastre, los ojos llorosos de Karen parecían los de una mujer enamorada.

Como para ayudarlo en su delirio, Karen le rodeó suavemente las manos. A pesar de haber sido estrangulada hacía un momento, le guió de la manao y lo sentó en la cama sin temor aparente. Le acarició la mejilla intentando contener el temblor.

Partió de su barbilla y subió, acariciando suavemente el pómulo con su dedo índice, luego bajó ligeramente para acariciar la comisura de los labios. Luego volvió a subir para acunar la mejilla y le acarició el pómulo con el pulgar antes de bajar la cabeza.

El aliento de Joseph Malone rozó los labios de Karen. Pronto, sus labios estarían a punto de tocarse.

—¡A-AHHHHHHHHH!

Los labios nunca se encontraron.

Porque Karen aplastó el ojo de su acosador con el pulgar. Joseph Malone, cegado temporalmente por el dolor, se cubrió el ojo y gritó. Ella aprovechó el hueco para escapar de la habitación y bajar las escaleras.

Corrió tan rápido que su visión se tornó borrosa.

Aún así, como ya había comprendido el interior de la mansión al momento de ingresar, no tuvo problemas para bajar al piso inferior. Sin embargo, escapar no sería fácil.

—…Ese loco bastardo.

No pudo evitar maldecirlo en medio de la puerta principal de la villa. Los pomos de la puerta estaban encadenados. Si la situación seguía así, no solo ella, sino también el propio Joseph Malone, no podrían salir.

Karen miró a su alrededor.

Después de eso, tomó objetos al azar de la mesa y los arrojó a la ventana.

¡Kwaaang!

La ventana se rompió con un fuerte estruendo. El suelo estaba plagado de fragmentos de vidrio.

—¡Oye, perra mentirosa! ¡¿POR QUÉ NO TE DETIENES?!

Joseph Malone bajó las escaleras a trompicones, con los ojos cerrados. Karen trepó por el marco de la ventana y salió de la casa, ajena al contacto de sus manos y rodillas con los fragmentos de vidrio que aún se aferraban al marco.

Mientras salía, se escucharon más gritos más frenéticos detrás de ella.

—Ha, haek…

Karen corrió y corrió. Corrió tan rápido que ni siquiera notó que se le habían salido los zapatos. Lo que la detuvo fue un fuerte ruido que venía de atrás.

¡Bang!

Era un disparo.

También se escuchó los sonidos de las aves volando en bandadas desde los árboles.

¿A dónde, a dónde debía correr?

No importa lo rápido que corra, si Joseph Malone la ve, podría recibir un disparo.

Karen giró la cabeza hacia el bosque lleno de árboles. Joseph Malone apenas ni la alcanzaba, y mucho menos la había encontrado. Pero si seguía así, pronto lo haría.

—Ha, ha…

Si estuviera en buenas condiciones físicas, podría estar bien, pero en la condición actual…

Se cubrió el costado herido. Corrió hacia el árbol más alto y fuerte y se abrazó al tronco.

—Eugh…

Cuanto más se esforzaba por trepar el árbol, más sangre le manaba del costado. Pero reprimió el dolor y trepó para esconderse.

—Ka-ren.

Joseph Malone, quien al principio la llamaba a gritos, empezó a hacerlo con una voz más suave conforme pasaba el tiempo, como si estuviera jugando algún tipo de juego.

—¿Dónde se esconde mi Karen?

Era como si estuvieran jugando al escondite.

El sonido de los pasos masculinos, pisando la tierra y las hojas que cubrían el bosque, se acercaba cada vez más. Aunque la luz de la luna no era visible debido a las nubes, los ojos de Karen, ya acostumbrados a la oscuridad, podían ver claramente la figura de Joseph Malone acercándose.

—Ufff, esa maldita perra, ¿se cayó al suelo o se fue al cielo?

Y se detuvo justo debajo del árbol al que Karen había trepado.

Ploc, ploc-

En ese momento, algo cayó y empapó la tierra del suelo.

|¡No…!|

Era la sangre de Karen.

El líquido rojo brotaba de su cintura y recorría los muslos cubiertos por la holgada bata de hospital para salir por los dedos de los pies antes de gotear.

Rápidamente envolvió sus brazos alrededor de su costado con más fuerza.

—Hoo…

Pero la última gota de sangre cayó sobre el hombro de Joseph Malone.

Él se dio una palmadita en el hombro, comprobando el líquido,  y luego inclinó la cabeza hacia atrás y miró hacia arriba.

—¿Te estabas escapando al cielo?

Atrapada. Ella fue atrapada.

—¡Si no puedo tenerte, te mataré!

Después de su manifiesto acosador, levantó su rifle y apuntó hacia ella.

El corazón de Karen se hundió.

Era el fin.

Los días anteriores ​​pasaron ante sus ojos.

La vida a la que se aferró porque aún tenía esperanza había terminado en vano. Había gente a la que debía proteger y gente a la que quería ver…

Al final del destello apareció el rostro de cierta persona que esperaba ver.

Karen cerró los ojos, imaginando ese rostro.

Ahora era el momento de afrontar el final.

¡Bang!, el sonido de un disparo resonó nuevamente en el bosque.

Con un golpe sordo, un cuerpo cayó al suelo. Karen levantó sus párpados sudorosos.

—…

No fue ella quien recibió el disparo y se desplomó. Era Joseph Malone, revolcándose en el suelo, gritando y cubriéndose el hombro.

Pronto, hombres uniformados y trajeados entraron corriendo y lo arrestaron.

La escena parecía demasiado lenta.

Los que vestían uniforme eran policías, y los que vestían traje parecen ser personal privado….

¿Quién movilizó personal privado para ella?

|De ninguna manera…|

Pensó en la persona de la que temía decepcionarse y de la que había intentado no tener expectativas. Y entonces, en ese instante, una tormenta de ruido llenó sus oídos, antes envueltos en silencio. El más fuerte de todos fue: “¡Karen!”

Como en un sueño, se escuchó la voz de la persona que había estado esperando.

Justo debajo del árbol al que Karen había trepado, se encontraba un hombre que claramente parecía haber llegado corriendo con prisa.

—Ar…

Karen gritó su nombre.

—¡Arthurus…!

Las nubes que cubrían la luna fueron dispersadas por el viento. Al dispersarse, como el cabello de Karen al viento, la luz de la luna se reveló.

Aquellos fríos ojos azules, casi grises, brillaron. Esos ojos, llenos de preocupación, hablaban.

Él estaba ahí. Así que ella podía estar tranquila.

En un instante, toda la tensión se liberó y le invadió el sueño.

—Arthurus, yo…

Ah…. No recordaba qué iba a decir. Solo sintió que se le cerraban los párpados y que su cuerpo se desplomaba….

—¡Karen-!

Lo último que recuerda Karen es la voz que la llamaba con desesperación.

 

***

 

El delicado cuerpo desplomándose quedó a salvo en los brazos de Arthurus. Aunque debía sentirse un peso grande por la caída desde una altura considerable, él la sostuvo suavemente y empezó a palpar desde la cara hasta los pies.

Un rostro pálido empapado en sudor, una bata de hospital blanca teñida de rojo alrededor del área donde había estado la herida de bala, pies descalzos cubiertos de tierra y cortes….

Apretó la mandíbula y se le marcaron las venas de las sienes.

Hacía mucho tiempo. Hacía mucho tiempo que no había sentido tanta ira como para querer atrapar a alguien y matarlo.

Pero no era el momento de descargar su ira. Y mucho menos de acariciar el rostro inexpresivo de Karen y calmar la ansiedad que lo aquejaba.

—…Hospital.

Los labios apretados de Arthurus se aflojaron.

—¡Hay que ir al hospital más cercano ahora mismo!

Corrió hacia el vehículo, con ella en sus brazos.

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