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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 44

Episodio 44

 

Naturalmente, esas palabras bastaron para molestarlo.

—Te acercaste al duque Kloen para obtener información sobre Gloretta, ¿y ahora me dices que tu tierra natal es Gloretta?

—…

David tenía razón.

Karen perdió su tierra natal. Fue criada y entrenada en Kustia para transmitirle la información confidencial de Gloretta.

—No hay de qué preocuparse. Completaré la misión que se me encomendó.

—Sí. No me preocupa. Parece que estás haciendo un buen trabajo.

—¿Qué quieres decir?

David, que había estado de mal humor, la miró con el rostro lleno de burla. Sin embargo, en cuanto abrió la boca, Karen se dio cuenta de que la burla no iba dirigida a ella, sino a otra persona.

—Arthurus Kloen.

—…

—¿Considero que ya está loco por ti?

Karen inconscientemente quiso morderse el labio, pero masticó la suave carne dentro de su boca, sin querer mostrarle a David que estaba agitada.

—No seas ridículo.

—Dices eso porque no viste su expresión mientras estabas inconsciente.

—Ese hombre se siente culpable. Lo hace porque le da lástima.

—Oh, ¿te trajo hasta su casa mientras estabas inconsciente por lástima?

—Debió estar preocupado porque me secuestraron del hospital.

—Uno de los culpables fue llevado directamente a prisión y otro está a la espera de juicio.

—Esa persona piensa en mí como un benefactor… y también siente lástima…

De repente David sintió curiosidad.

Al ver la vehemente negación, es evidente que siente una profunda agitación emocional. ¿Qué siente exactamente?

Debería sentirse aliviada de que la misión haya sido exitosa, ¿por qué niega los sentimientos de Arthurus?

—Aunque yo, como tu familiar, le aconsejé encarecidamente que no lo hiciera, él insistió en traerte a su casa. Y te puso en una habitación contigua a la suya.

David la miró a los ojos y le dirigió una mirada traviesa.

—Nuestra misión fue un éxito.

A medida que continuaba la relación contractual, llegó a confiar plenamente en ella; no era para menos, recibió una bala por él. Sin embargo, debido a su culpa, le notificó la rescisión del contrato y, mientras se alejó, Karen fue secuestrada…

Arthurus se dio cuenta de su amor por Karen en medio de su preocupación por ella.

Su corazón se conmovió según el guión perfectamente escrito, por lo que David sólo podía burlarse.

Más que cualquier arma tecnológica, estrategia racional o cualquier otra cosa, la emoción romántica del amor era perfecta para tumbar a una persona.

—Por muy perfecto que fuera nuestro guión, hubiera sido imposible sin ti.

—…

—Puede que no te recuerde, pero supongo que los gustos son inevitables.

Se nota que estaba loco por ella en ese entonces y ahora.

El rostro de Karen palideció cuando comprendió completamente las palabras no dichas.

—Arthurus no me ama.

—¿Por qué lo niegas? Deberías estar feliz.

—Bueno…

—¿De qué tienes miedo?

David observó cómo el rostro inexpresivo de Karen se desmoronaba como si realmente quisiera saber sus verdaderos sentimientos.

—¿Tienes miedo de traicionar al hombre que se enamoró de ti dos veces?

—Ni se te ocurra jugar a analizarme. No soy tu espectáculo.

Finalmente, cuando las duras palabras salieron de la boca de Karen, David lució satisfecho, se rió, levantó ambas manos y dio un paso atrás.

Sí, supongo que sí.

La expresión de Karen se tornó feroz. Él estaba satisfecho después de haberle arrancado emociones crudas. Pero David, lejos de asustarse, parecía aún más encantado.

—David Meyer, realmente…

Aunque sabía que al tipo le haría más gracia, Karen no pudo evitar decirlo.

—Te odio.

Y en consecuencia, la risa de David se hizo más fuerte. Karen volvió a morderse la piel interna, consciente de las heridas previas, y sintió el penetrante sabor de la sangre.

 

* * *

 

La luz del sol era un lujo para los criminales.

Especialmente si han cometido crímenes tan atroces que merecen ser enviados a la prisión de Altra.

Creaaak-

Al entrar por la pesada puerta de hierro abierta por el guardia, Arthurus vio a Joseph Malone en pleno régimen de aislamiento.

Ya parecía como si el mayor Skyborough lo hubiera torturado hasta la muerte. Sentado en una silla, el alto mando se incorporó y le dio una palmadita en el hombro a Arthurus, quien lucía más frío que de costumbre.

—Se lo debía a la señorita Karen, y además fue tu petición, así que lo cuidé* un rato.

(Becky: *osea lo torturó je).

El prisionero no era un espía ni un pez gordo de alto rango para ser torturado por él. Sin embargo, el porqué se encargó de Joseph Malone fue tanto por cortesía hacia Karen, quien había intentado salvar a los cachorros, como por lealtad a Arthurus.

Joseph Malone ya ha confesado todo lo que necesitaba confesar.

La tortura posterior sólo tenía como finalidad causarle sufrimiento.

—Pero…

El mayor Skyborough se detuvo antes de continuar. Ya había torturado bastante al prisionero, y a juzgar por la expresión Arthurus…

Parecía que el pecador iba a sufrir mucho más antes de su último respiro.

El alto mando había estado considerando disuadirlo por un momento, pero pronto decidió rendirse. Si algo así le hubiera sucedido a su esposa, él tampoco se habría quedado quieto.

—Gracias. Pasaré a saludarlos luego.

La otra persona sólo sonrió y respondió, pensando que era muy propio de Arthurus ser educado por fuera mientras albergaba una ira profunda por dentro que parecía lista para estallar en cualquier momento.

—Pronto visitaré a la señorita Karen con mi esposa.

Después le dirigió una última mirada a Joseph Malone, después de torturarlo.

—Se dice que se odia el pecado, no al pecador…

Joseph Malone, profundamente asustado por la larga tortura, apenas logró levantar la cabeza para mirarlos. El mayor chasqueó la lengua y pronunció sus últimas palabras.

—Supongo que al menos expresará un poco de luto.

Esas fueron las palabras que le quedaron a Joseph Malone.

Era una profecía de que moriría hoy.

Con el mayor Skyborough fuera de la puerta, sólo Joseph Malone y Arthurus quedaban en la celda.

Los fríos ojos azules, casi grises, perforaron al prisionero como espadas.

—Ah… Ahg…

Los pantalones de Joseph Malone se mojaron.

Aunque vió cómo se orinaba, Arthurus ni siquiera parpadeó y se acercó lentamente.

Pronto se oyeron gritos, pero nadie se acercó a la celda.

 

* * *

 

Era pasada la medianoche.

En la mansión, todos estaban durmiendo excepto el mayordomo y dos sirvientas que esperaban el regreso de su amo.

Arthurus, que solía trasnochar en la oficina, detestaba que todos sus empleados se mantuvieran despiertos esperándolo. Gracias a eso, el personal podía dormir plácidamente después de la medianoche.

Después de regresar sin chofer, entró en la mansión con un viento frío soplando a través de él.

—Bienvenido.

Cuando la sirvienta se acercó para tomar su abrigo, Arthurus la detuvo y se llevó el dedo índice a los labios.

Parecía preocupado de que alguien allá arriba pudiera despertarse.

—No hagas ruido.

—El sonido de la conversación de la primera planta no llega a arriba, su excelencia.

—Lo sé. Pero…

Arthurus recordó la última vez que vio a Karen. Estaba durmiendo inconsciente…

—Quiero tener cuidado.

Mientras subía las escaleras, hizo la pregunta que en realidad quería hacer desde el inicio.

—¿Cómo está ella?

—Después de una breve charla con su hermano menor, se acostó temprano. Tuvo fiebre, así que tomó muchas siestas durante el día.

La persona que respondió no fue el mayordomo, sino una de las sirvientas, la doncella personal Lena.

—Estoy vigilando el fuego de la chimenea para asegurarme que no suba demasiado.

Esta vez respondió el mayordomo.

Al cruzar el pasillo del segundo piso, Arthurus se acercó lentamente a la habitación de Karen. Levantó la mano para detener a los sirvientes que lo seguían. Después, se acercó a la habitación en silencio y giró el pomo de la puerta con cuidado.

Una tenue luz se filtró en la habitación, iluminando a la persona acostada en la cama.

Tras dudar por un momento, finalmente entró en el dormitorio.

Lo que pasó por alto, a pesar de su cuidado, fue que Karen no estaba en un sueño profundo en ese momento, pues ya había estado en un sueño profundo la mayor parte del día, excepto cuando estaba hablando con Ruina Lena.

Karen escuchó, medio inconsciente, los sonidos de pasos acercándose.

Tal vez porque hasta ahora no había abandonado la cálida y acogedora cama, sintió satisfacción por el aire frío del exterior.

Pero, no le gustó la sensación de frío en la frente. Arthurus, que le había puesto su mano enguantada en la frente, la retiró de inmediato, como si estuviera nervioso. Luego se oyó la fricción de un guante de cuero siendo quitado y volvió a tocarla.

Después de llevar mucho tiempo comprobando su temperatura, él hizo un breve chasquido con la lengua y retiró la mano.

Frescura, ya sea por los guantes o por las manos… Karen lamentó el alejamiento de la sensación.

Ese pesar le hizo abrir los ojos.

—…

—…

Cuando se encontró inesperadamente con los ojos dorados de la persona que se suponía estaba dormida, Arthurus dejó caer el guante que sostenía en su boca.

(Becky: Hmmm, acabo de tener una imagen visual de Arthurus con el guante en la boca…).

Él extendió de nuevo la mano con torpeza, como si estuviera tratando de medirle la temperatura otra vez.

Karen no pudo evitar reírse un poco ante ese comportamiento inusual.

Y si hubiera sido de día y si su mente hubiera estado un poco menos nublada, jamás le habría dicho lo que le dijo.

—Lo extrañé.

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