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El lugar donde se quebró la rosa dorada - Capítulo 46

 

Episodio 46

 

 

Las expresiones del Mayor y su esposa empeoraron aún más cuando vieron a Karen en la silla de ruedas.

 

—Pensé que Arthurus estaba siendo sobreprotector al decirme que no la visitara hasta su recuperación… Pero ahora pienso que su herida de bala no cicatriza fácilmente.

 

—Cariño, mira el cuerpo de la señorita Karen. ¿Cómo se va recuperar tan fácilmente estando tan delgada?

 

A sus ojos, Karen parecía que ni siquiera podía caminar. La realidad era otra, sí caminaba bien, pero se vio obligada a usar silla de ruedas por culpa del Arthurus…

 

—Yo me encargo de empujar la silla de ruedas.

 

Arthurus, después de que Lena se hiciera a un lado, empujó personalmente la silla de ruedas.

 

—Iremos al jardín a tomar el sol. El mayor y su esposa te han traído un regalo de visita que creo que te gustará.

 

Al vivir en la misma casa durante mucho tiempo, hubo bastantes cambios entre Karen y Arthurus.

 

Él la comenzó a tratar con comodidad, ya sea como pareja o como amiga.

 

 

《 —Creo que ya se siente bastante cómodo conmigo en tu corazón, así que no hay necesidad de ser formales a medias.》

 

 

Se lo dijo Karen en tono juguetón, pero Arthurus aprovechó la oportunidad para dejar de hablar con formalidad por completo.

 

 

《 —Lo dice mi novia que a veces me llama por mi nombre. Deja de llamarme “duque”, “su excelencia” y llámame por mi nombre.》

 

 

Solo cuando Karen estaba en crisis lo llamaba inconscientemente por su nombre, y aunque Arthurus le dijo que sí podía ser informal con él, ella se negó.

 

 

《 —Hay una diferencia de estatus, es imposible.》

 

 

Arthurus intentó bromear, pero hizo una expresión extraña ante el rechazo firme de Karen, fue más contundente de lo que esperaba.

 

Lució genuinamente sorprendido, como si no se hubiera dado cuenta de que ella estaba pensando en la diferencia de estatus.

 

Pero Karen no dio esta negativa porque estuviera preocupada por la brecha de clases.

 

Llamar a alguien por su nombre significaba ser un poco más íntimo. Temía que si lo llamaba por su nombre, le entregaría su corazón por completo.

 

En cuanto salieron al jardín, Karen recibió el sol, muy radiante para ser principios de invierno.

 

Se sentía más cálido estar bajo la deslumbrante luz del sol incluso cuando soplaba el viento frío que estar frente a una chimenea que nunca se apagaba.

 

Karen cerró los ojos un instante y sintió el calor. Pero pronto pudo oír con claridad el sonido de pasos y respiraciones jadeantes corriendo afanosamente por el césped seco y bien cortado.

 

Abrió lentamente los ojos.

 

Vio seis cachorros corriendo emocionados como si no sintieran frío.

 

(Becky: Oh my gaaaaaad, my Shaylaaaaaaa😭😭).

 

El mayor Skyborough sonrió y habló, siendo el primero en notar los ojos bien abiertos de Karen.

 

—El duque Kloen me pidió que le trajera seis perros para que fueran perros guardianes.

 

—…

 

—Oh, por supuesto, son sus guardaespaldas, señorita Karen.

 

Ella giró la cabeza y miró fijamente al que empujaba la silla de ruedas. Este frunció el ceño, como si estuviera enojado. A primera vista, lucía aterrador y amenazante, pero Karen se dio cuenta de que era un torpe intento por ocultar su vergüenza.

 

—No necesita entrenar perros para mí.

 

—No es para ti.

 

Dijo Arthurus con firmeza.

 

—No te preocupes por nada, los usaré como perros de caza.

 

Desde atrás, el mayor Skyborough añadió con una sonrisa maliciosa: “Ni siquiera te gusta cazar, qué demonios.” 

 

Esto hizo que el surco entre las cejas de Arthurus se profundizara aún más.

 

Si hubiera actuado con la misma picardía que a veces, ella habría pensado que era un ligero sentimiento de culpa o consideración. Karen se dio cuenta de que lo había pensado seriamente y había tomado una decisión por ella, por cómo actuó de forma diferente a la habitual.

 

Lo miró fijamente con sus ojos dorados, que lucían más transparentes a la luz del sol, pero por alguna razón, Arthurus no la miró a los ojos. Debió haber notado su mirada.

 

En ese momento, un cachorro vino corriendo hacia ella y chocó contra su pie mientras ella seguía sentada en la silla de ruedas.

 

Tal vez por ser de raza grande, el animalito había crecido mucho desde entonces, y ya era bastante pesado a pesar de ser un cachorro.

 

Detrás del que chocó con Karen iban detrás los otros, estos se sentaron frente a la silla de ruedas, rascándose las orejas con sus patas traseras aún pequeños, saltando o tumbándose.

 

Ella no podía apartar la vista de los perritos, habían crecido mucho desde la última vez que los vio.

 

Arthurus tomó a uno de los seis cachorros, el que mordisqueaba la punta del zapato de Karen como si fuera un juguete, y lo colocó en el regazo femenino.

 

(Becky: Me los comooooo).

 

—Ten cuidado, estás rechinando los dientes.

 

Arthurus comunicó su preocupación con voz monótona, como un padre inusual. Pero no podía dejar su preocupación de lado porque ahora intentaba morder la mano, como un juguete, cuando ella intentaba acariciarlo.

 

—Hissss-

 

Mary le dio una palmada en la cabeza al cachorro. El perrito sacó la lengua y miró a su alrededor.

 

—No les de la mano así, señorita Karen. Tiene que enseñarles que morderle la mano a alguien lastima.

 

—No le di la mano…

 

Solo quería acariciarlo. Lo que no sabía es que el perro metería los dientes en lugar de la cabeza.

 

A la señora Skyborough le pareció que estaba completamente cegada.

 

—Mi esposo les puso nombre. El que está en el regazo de la señorita Karen se llama Max, y el que está allí con una oreja doblada…

 

Karen escuchó la explicación de Mary y se concentró en recordar los nombres y apariencias de los cachorros. Arthurus se concentró en Karen, cuyo rostro y ojos brillaban.

 

Aunque objetivamente, Karen tenía una hermosa apariencia que dejaría una huella imborrable en cualquiera, su aura era tan nublada y borrosa como una pintura al óleo. Parecía que iba a desaparecer como un espejismo.

 

Pero cuando hacía una expresión tan viva, le quedó claro que no era una ilusión, que realmente existía en este mundo y eso le gustó.

 

—Quien entrenará personalmente a estos chicos será…  el Duque Kloen.

 

Mary desvió la mirada de Karen y la dirigió a Arthurus y le dijo que le enseñaría a manejarlos. Después, agarró a uno de los perros que corría por el jardín y empezó con su explicación.

 

Naturalmente, el mayor Skyborough se acercó a Karen.

 

—Es la primera vez que tenemos una conversación a solas.

 

Le habló de manera educada y amigable, aunque un poco incómoda.

 

—Escuché de Arthurus que usted estuvo intentando de salvar a estos pequeños.

 

—Pero no pude salvar a Haepi. Y…

 

—Lo sé. También que intentaron escapar usando los perros militares.

 

El mayor Skyborough sabía que la pareja había utilizado sus amados animales porque los militares le habían informado lo que Arthurus les había contado en detalle.

 

Sin embargo, el mayor no lo culpó por ello.

 

—Amaba a esos chicos, pero no puedo culpar a Arthurus ni a usted. Sé que era la única manera en aquel entonces.

 

—…Lo siento.

 

—Si se siente muy culpable, Arthurus me culpará. Así que no se preocupe. Al contrario, nos alegra que estén a salvo. También les agradecemos que hayan intentado salvar a los cachorros.

 

El mayor Skyborough añadió, sonriendo tristemente mientras pensaba en los perros muertos.

 

—Ahora que lo pienso, no es solo por estos pequeños que estoy agradecido con usted.

 

El mayor Skyborough la miró con una sonrisa.

 

—Porque le trajiste la primavera a ese chico.

 

—¿La primavera?

 

Una expresión demasiado inapropiada para hablar de ella bajo el cielo invernal que pronto llegaría, no, que apenas comenzaba.

 

—Si hablamos de estaciones, ¿ese chico no es como un invierno seco?

 

—No soy muy diferente.

 

El mayor Skyborough la comparó con la primavera, pero ella se sentía más cercana al invierno frío y seco que Arthurus.

 

En su opinión, era Arthurus quien estaba más cerca de la primavera.

 

Puede parecer frío y duro por fuera, pero es más cálido que nadie con aquellos a quienes les abre su corazón.

 

—Bueno, las estaciones son solo metáforas…

 

El mayor Skyborough continuó hablando lentamente, mirando a Arthurus, quien escuchaba a Mary explicar las características de un perro pastor alemán.

 

—Nunca pensé que Arthurus volvería a amar de verdad a alguien. Ese tipo quedó muy herido por su primer amor.

 

Cuando surgió la historia del “primer amor” de Arthurus, el cuerpo de Karen, sentada en la silla de ruedas, se estremeció. El mayor estaba tan concentrado en la escena que no notó la reacción inusual.

 

—Aún lo recuerdo vívidamente cuando fue a la guerra por primera vez, siendo joven, y con el tiempo, fue venerado como un gran francotirador que abatió a muchos enemigos. La gente solo conoce el lado heroico y perfecto de Arthurus, pero el chico que recuerdo tuvo una adolescencia inestable en el ejército. Luego se enamoró de una prisionera de guerra a la que rescató…

 

—Mayor, ¿y usted vio a esa chica?

 

Sin darse cuenta, Karen levantó las uñas y arañó nerviosamente el mango de la silla de ruedas.

 

—La vi de lejos, pero solo recuerdo que era rubia, como usted.

 

Pum, pum, pum, pum, pum. Su corazón latía con fuerza.

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