《Todo era comida que había guardado esperando reencontrarse con su hermano menor. Pero cada vez que guardaba comida, ese tal Arthurus aparecía ante ella y se la robaba.
La razón era sencilla.
Decía que tenía que compartir la comida de los que no tenían hambre con los sí la tenían de verdad.
Una razón que a Karen le resultó difícil de entender.
Hay personas que comen al momento lo que se les da para saciar su hambre y también hay personas que padecen hambre como ella pero que prefieren ahorrar comida, entonces, ¡por qué se la quitan a ella…!
Ya no tenía sentido guardar comida si de todos modos se la iban a quitar.
Desde entonces, Karen se llevó fielmente a la boca toda la comida que le daban sin dejar nada atrás.
—Karen, últimamente has estado comiendo bien, así que has ganado algo de peso y te ves mejor.
Ya nadie le hablaba a Karen, silenciosa y atrapada en su propio mundo. Excepto una persona.
La mayoría de prisioneros habían sido niños y niñas, pero también había algunos adultos mayores, incluida una mujer de mediana edad a la que la gente llamaba “madame Bornet”.
—Parece que el duque Kloen te cuida muy bien. Es una persona muy amable.
Una vez se ingresaba al ejército, los rangos eran irrelevantes, pero la gente llamaba “duque” a quel joven en lugar de “sargento”.
Karen pensaba en él como una persona autoritaria y arrogante.
Además, Arthurus Kloen no la cuidaba como madame Bornet creía. No tenían una relación que les permitiera cuidarse mutuamente, así que…
No dijo nada en respuesta, pero madame Bornet sonrió con complicidad y le dio una palmadita en el hombro.
—Las estrellas en el cielo nocturno son bonitas, si tienes la cabeza complicada, ve a mirar las estrellas.
Hacía frío, no le apetecía salir del cuartel a mirar las estrellas. Pero también era cierto que tenía la mente complicada, como había dicho madame Bornet.
Además, como varias personas dormían juntas en un barracón estrecho, se sentía innecesariamente ansiosa e incómoda.
Sentada con el trasero pegado a una manta, se levantó en silencio y salió del cuartel. La expresión de madame Bornet la inquietó mientras la escuchaba reírse detrás.
El cielo nocturno era increíblemente hermoso, en contraste a la realidad donde cada día era un infierno.
La única razón por la que no podía disfrutar de semejante cielo nocturno era la guerra. Fue una noche en la que finalmente recuperó la compostura tras escuchar la noticia de la retirada del ejército de Kustia.
|Luis….|
Pensó en Luis, todavía cautivo por el ejército enemigo.
No sabe si su hermano menor estaba a salvo, pero…
|No. Sí está vivo.|
Karen creía firmemente que su hermano estaba vivo. Esa creencia era lo único que la impulsaba a seguir adelante. No sabía por qué el enemigo intentaba capturar a niños y niñas, pero no quería que se lo llevaran.
Incluso si sobrevive, su vida estará en sus manos pase lo que pase.
Aunque tuvo la suerte de ser rescatada, Luis….
Mientras estaba perdida en la preocupación por su hermano menor.
Tic, chik-
Se escuchó un sonido sospechoso desde algún lugar.
Karen miró rápidamente hacia atrás. Se veía una pequeña llama al fondo del cuartel.
Congelada por un momento, corrió rápidamente en la dirección donde había visto la llama.
|Si el enemigo le ha prendido fuego al cuartel, ¡hay que despertar a todos de inmediato!|
Pero la razón de la llama, por la que Karen corrió, resultó ser tan trivial que dejó en ridículo su anterior preocupación.
—Ah…
—…
El chico que acababa de encender un cigarrillo con un encendedor la miró a los ojos con una expresión vacía mientras corría ella corría hacia él.
Una expresión tan inmutable que resultaba molesta. Ella misma se había sorprendido y había corrido hacia allí por eso…
—El cigarro…
Karen señaló al chico que tenía más o menos su edad. Para ser precisos, señalaba el cigarrillo que él tenía en la boca.
—No debería fumar.
Ante estas palabras, las comisuras de los labios, sosteniendo el cigarrillo, se levantaron de forma agria, como si hubiera oído algo muy divertido.
Karen se sintió cada vez más molesta por aquella actitud burlona.
—Apague el cigarrillo. Aún no tiene edad para eso.
Él se quitó el cigarrillo de la boca, la miró a los ojos y exhaló el humo fanfarroneando. Un comportamiento bastante descortés para un joven noble de un ducado.
Una persona realmente odiosa.
Karen apretó los dientes y lo miró con fijeza, pero se quedó sin palabras ante su tardía respuesta.
—Matar gente está bien, ¿pero fumar no?
Incluso cuando mataba gente, incluso cuando fumaba cigarrillos, seguía siendo un jovenzuelo.
Nadie criticaría matar personas en nombre de la patria, por lo que le parecía ridículo la crítica a su hábito de fumar.
La que no tenía nada que decir era Karen.
Pero ahora, le resultaba incómodo irse sin decir nada, y también le resultaba extraño de repente empezar a hablarle de forma amistosa.
Finalmente, se quedó allí parada, incómoda, hasta que Arthurus terminó de fumar su cigarrillo. Al cabo de un rato, pisó la colilla con la bota e intentó pasar de largo sin pensárselo dos veces.
Entonces se detuvo como si hubiera descubierto algo.
—Has ganado peso.
Ya no era en burla. Cualquiera podía notar que ella todavía estaba muy delgada.
—Sigue comiendo así.
—No me parece que deba decir eso después de robar mis latas de comida,
—¿Quién sabe? Si comes bien, puede que me impresione tanto y te las devuelva.
Oh, eso era claramente una broma. Esa cara juguetona que decía que se burlaban de ella.
—¡Este…!
No se atrevió a decirle nada duro, pues él era soldado y noble en Gloretta, así que sólo lo miró con enojo.
Después de herir los sentimientos de Karen, la ignoró y la pasó de largo.
Karen no podía apartar la vista de aquella figura de aspecto inocente. Antes de que se diera cuenta, Arthurus se había alejado de ella y estaba hablando con los soldados que montaban guardia. A diferencia de cuando hablaba con ella, la expresión había cambiado.
Es difícil apartar la vista de esa cara, probablemente porque estaba muy enojada y molesta.
Karen siguió con la vista puesta en ese ser irritante hasta que este desapareció de su vista.》
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