—Hasta que Amelia, mi hija, murió.
Los ojos de Karen no pudieron evitar abrirse de par en par al oír la voz sollozante.
Jude Cullen, a pesar de su avanzada edad, era un hombre de complexión grande y una personalidad encantadora pero formidable, parecía lejos de ser débil.
Siendo alguien así, estaba derramando lágrimas como si recordara algo que ocurrió ayer, aunque ya había pasado mucho tiempo desde que murió su hija.
Incluso si todos experimentan cosas similares, si los detalles no son los mismos, las emociones que se sienten serán diferentes para cada persona.
No, incluso si se pasa por exactamente lo mismo, las emociones siguen siendo diferentes para cada persona.
Karen nunca habría sacrificado a su familia por su propia avaricia como Jude Cullen. Pero había algo con lo que podía empatizar.
La muerte de un familiar querido.
Ella vio a sus padres morir por la explosión de una bomba, conocía el final de Louis, quien murió por su culpa…
Incluso ahora puede recordarlo vívidamente como si fuera ayer.
—¿Por qué lloras?
—Solo…
Karen miró a los ojos del anciano, tratando de sonreír mientras lloraba.
—Parece que el abuelo lo está pasando mal.
Después de contemplar la apariencia llorosa de Karen durante mucho tiempo, el abuelo habló con voz entrecortada.
—No puedo expresar lo agradecido que estoy de que seas una niña tan cálida.
Era él quien debería buscar consuelo al recordar la muerte de su hija. Pero en cambio, Jude Cullen tomó la mano de Karen y la palmeó suavemente, como para consolarla.
—Lo siento, abuelo. Lloré mucho…
—No pasa nada. Ya me han consolado bastante.
Tener a alguien que empatice con tu tristeza y llore contigo.
Eso por sí solo era suficiente consuelo.
* * *
La zona cercana al campo de tiro era tan ruidosa por los disparos continuos que hacían zumbar los oídos.
No había nadie alrededor, como si esa fuera la orden. Sin embargo, solo había una persona en la mansión que podía considerar obedecer las órdenes del duque Kloen.
Karen abrió con cuidado la puerta del campo de tiro y entró.
El fuerte sonido de los disparos fue lo primero que la recibió.
Por un momento se quedó parada en la puerta observando a Arthurus.
Él, disparando con la mirada fría, podría parecer frío y aterrador para otros, pero Karen lo sabía.
Sólo estaba intentando aliviar la tensión acumulada en su corazón con más moderación que nadie.
Cazar era un pasatiempo común en la sociedad noble. Sin embargo, en lugar de ver la sangre directamente, él controlaba su ira disparando a un blanco.
Era agradable verlo así, pero por otro lado, también daba lástima.
Ella se acercó con cautela, paso a paso.
Arthurus todavía tenía sus ojos fijos en el objetivo, aparentemente ajeno a ella.
—Oye…
Karen se armó de valor y lo llamó con cautela.
Los disparos cesaron, pero entonces Arthurus comenzó a llenar el cilindro con balas.
—La conversación.
—…
—¿Terminó bien?
Le preguntó sin mirarla.
Ella se sintió incómoda al ver que no la miraba.
Tal vez porque hasta ahora sólo lo ha visto excesivamente cariñoso y ciego con ella; en este momento lucía más distante.
Mientras él levantaba la pistola, como para concentrarse para disparar de nuevo, ella lo agarró por la solapa y jaló. Fue un tirón muy débil.
No lo hizo con mucha fuerza porque no sabía si era correcto molestarlo en ese estado. Pero él bajó el arma como si esa poca fuerza fuera una señal.
—¿Por qué lloras?
—No estoy llorando.
—Oh, ya lloraste.
Él le devolvió una mirada llena de calidez, a diferencia de cuando miraba al objetivo. Por muy enojado o cansado que estuviera, no le gustaba descargar su ira en sus seres queridos.
(Becky: Eso es inteligencia emocional, señores. Me falta :c).
Por mucho que otros lo malinterpretaran, Karen sabía que Arthurus era la mejor persona del mundo.
—Vienes a mí después de llorar en los brazos de otro hombre. Qué desconsiderada.
Karen sólo pudo reírse ante el ridículo chiste.
—Me pregunto qué le habría dicho el abuelo a la adorable señorita Karen.
Arthurus parecía seguro de que el abuelo ya le había contado toda la historia familiar. Ella guardó silencio por un momento, pensando.
Era tal y como era, Jude Cullen le había contado sobre la tragedia que había ocurrido en la familia Kloen.
Pero…
—No oí nada.
Mintió con obviedad.
Tanto la persona que dijo la mentira como el que la escuchó sabían que no era cierto.
—Hasta que el duque me lo cuente, permaneceré en la ignorancia.
—¿Qué pasa si no te lo digo nunca?
—Entonces quedará como alguien misterioso de pasado desconocido. Sin embargo…
Karen añadió apresuradamente.
—Me atrae más la gente honesta que la gente misteriosa.
(Becky: Jajaja, qué concha xd, la que guarda mil secretos).
Después de decir eso, ella consideró si acababa de convertirse en una carga.
—Por supuesto, puedo esperar hasta que el duque me lo cuente todo.
Cuando agregó algo más, Arthurus dejó escapar una leve risa, luciendo desconcertado.
Ella podía lucir ingenua, pero era buena tratando con la gente.
|O simplemente me trata bien a mí.|
Con sólo estar con ella cara a cara y hablar, la luz penetró su corazón ensombrecido.
—No es para tanto. Es solo una vieja historia.
Para Arthurus, era sólo una vieja historia.
Sí, era desagradable y poco reconfortante. Pero la razón por la que insistió en contarle esta historia a Karen era simple.
Porque a ella le gustaba más un hombre honesto.
En realidad eso era todo.
(Becky: Mi vidooooo, Arthurus me está dando mucha penaaa T.T Mi muchacho lo está dando todo y pues Karen, por evidentes circunstancias, no puede ser honesta. ¿O sí? ¿Qué harían ustedes?).
* * *
《 Jude Cullen creía que su yerno había dejado atrás su relación anterior, pero estaba equivocado.
Luther Kloen mantuvo a su amante en el anexo de la mansión y se reunía con ella en secreto. Como su relación debía mantenerse completamente oculta, él y la mujer del anexo parecían haberse vuelto aún más cariñosos.
(Becky: Me arde la sangreeeee, par de cucarachas).
Amelia sabía de la existencia de la fémina que se alojaba en el anexo. Su hijo, Arthurus, naturalmente, también lo sabía. No solo de la mujer, sino también de su hermanastro menor, siendo no mucho mayor que él.
Lo extraño era que la relación entre Amelia y Luther no era tan mala.
A los ojos del pequeño Arthurus, la relación entre sus padres era muy extraña.
Su padre buscaba a su madre tanto como buscaba a la mujer del anexo, y algunos días pasaba incluso más tiempo con su esposa. Sobre todo los días en que estaba enferma, dejaba de ir al anexo y no dejaba su lado en ningún momento.
—Arthur, nunca debes contarle al abuelo sobre ellos en el anexo. ¿Entiendes?
—¿Por qué no puedo decirlo…?
—Si lo haces el abuelo odiará muchísimo a papá. Si el abuelo odia a papá, tu papá…
Cada vez que la madre disciplinaba a su hijo siempre tenía la misma expresión en su rostro.
—…Me odiará aún más.
Todo su rostro estaba lleno de miseria y tristeza.
—Yo lo amo mucho… Así que, Arthur, no dejes que mamá sea odiada por papá. ¿De acuerdo?
Muy extraño.
La felicidad y la infelicidad de su madre estaban claramente influenciadas por su padre.
Cuando su padre la trataba bien, ella era más feliz que nadie, pero cuando la ignoraba, se convertía en la persona más desafortunada del mundo y se derrumbaba.
En un entorno familiar lleno de blanco y negro, era difícil para Arthurus distinguir entre el bien y el mal.
Además, como siempre consolaba las quejas y las penas de su madre, a él le tocaba reprimir y ocultar sus emociones, y a menudo escuchaba que él era más maduro que sus compañeros.
(Becky: ¿Lo ven? Los niños deben ser niños, no tienen el trabajo de pensar y comportarse como adultos).
Mientras tanto, el sueño del pequeño niño naturalmente fue convertirse en pianista.
Porque la interpretación de piano que tocaba torpemente para consolar a su madre la hacía reír.
El abuelo materno, que visitaba la residencia del duque una vez cada fin de semana, también pensaba con mucho cariño en su nieto.
Un día de esos.
Un día de invierno en diciembre, los abuelos maternos organizaron una gran fiesta para celebrar el cumpleaños de la mamá de Arthurus.
—¿Y Luther?
—Está muy ocupado…
—Qué, ¿dices que, aunque es un soldado asalariado, ni siquiera puede tomarse tiempo libre para el cumpleaños de su esposa?
—Precisamente porque es un soldado asalariado, le resulta más difícil tomarse días libres a voluntad.
Era tarea de la abuela y de su madre calmar al abuelo cuando estaba muy enojado.
—Amelia, dime la verdad. ¿Ese tipo te está tratando mal?
—Para nada, padre. Es tan bueno conmigo.
Amelia agarró el brazo de Arthurus como para confirmarlo.
—¿Verdad, Arthur?
Cuando la mirada sospechosa del abuelo se dirigió de Amelia a su nieto, Arthurus sonrió y dio una respuesta firme.
—Mi padre le dice a mamá que la ama todos los días y siempre juega conmigo.
Al ver que hasta su pequeño nieto lo afirmaba, incluso como abuelo, no pudo evitar tener extrañas sospechas sobre su yerno.
Ese día, Amelia sonrió todo el día como si fuera la persona más feliz del mundo. Parecía que solo el pequeño Arthurus notaba el ligero tic en las comisuras de su boca.
La fiesta se fue calentando cada vez más a medida que avanzaba la noche.
Amelia aprovechó la distracción y salió al jardín. Arthurus, que la había estado observando con inquietud todo el tiempo, fue detrás de ella.》
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