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El matrimonio problemático del Duque vendado - Chapter 12

Capítulo 12 – Una sombra que se acerca en secreto

 

—¡Bienvenidos~!

—¡Gracias por su compra!

La ciudad estaba llena de vida. Se oían las voces de los comerciantes, y como era la hora del almuerzo, un delicioso aroma flotaba en el aire.

Todos los que iban y venían por la ciudad llevaban expresiones alegres.

Nadie de los habitantes del territorio dirigía la mirada hacia Alfred.

Si el Duque Vendado se presentara ante ellos, era evidente que los asustaría.

Por eso, Alfred siempre se quitaba las vendas cuando inspeccionaba el territorio.

Seguramente, los habitantes se preguntaban cómo era posible que Alfred, que jamás parecía haber visto su propio territorio, conociera tan bien su situación interna.

Pero, aun así, ninguno se atrevía a preguntarle directamente a Alfred, el Duque Vendado.

Así de temido era por los habitantes.

A Alfred no le importaba su propia felicidad, pero deseaba sinceramente la felicidad de su gente.

Hoy también, sus ojos se suavizaban naturalmente al ver el bullicioso mercado.

Y mientras caminaba con cuidado de no chocar con nadie, escuchó una voz que le resultaba familiar.

—Oye, Merina, esta ciudad es realmente maravillosa.

Alfred, sobresaltado por la voz cercana, miró a su alrededor.

Muy cerca de Alfred, estaba Sierra, caminando acompañada de su doncella.

En sus manos sostenía el bastón blanco que Alfred le había regalado.

Alfred se apresuró a controlar la sonrisa que amenazaba con aflorar en su rostro.

(¿Por qué… está en la ciudad…?)

Mientras Alfred estaba en pánico, Sierra de repente se detuvo y miró alrededor curiosa.

—¿Lord Alfred…?

Al escuchar su nombre pronunciado con una voz adorable, Alfred escapó apresuradamente del lugar.

Aunque chocó con algunas personas al pasar, no tenía tiempo de preocuparse por eso.

(Para ella, que es ciega… el que yo sea invisible no tiene ningún sentido, ¿verdad?)

Tal vez por caminar tan despreocupadamente confiado en que nadie podía verlo, esto se había vuelto en su contra.

Pero, ¿cómo era posible que Sierra, en medio de tanta gente, hubiera percibido la presencia de Alfred?

Él mismo se sentía en pánico por haber sido descubierto, pero al mismo tiempo, sentía una alegría indescriptible por haber sido notado.

Con la respiración agitada, se refugió en un callejón sin gente.

En ese lugar oscuro y estrecho, Alfred por fin pudo tomar un respiro.

Pero solo pudo calmarse durante unos minutos.

Dos hombres que parecían nobles y tres hombres con extrañas capuchas negras entraron en el callejón.

Por supuesto, siendo invisible, los hombres no podían ver a Alfred.

Sintiendo el ambiente peligroso que desprendían, Alfred contuvo su presencia y agudizó el oído.

—Esa chica es la prometida del Duque Vendado, ¿verdad? Si sigue viva y además se le permite salir, debe de ser muy apreciada.

—Según recuerdo, esa chica es la Cantante Ciega Favorita del Rey.

—Si es ciega, será fácil. No hay riesgo de que vea nuestras caras, y estando sola, jamás podría escapar…

Hasta allí pudo Alfred mantenerse en silencio.

La novia angelical, que decía amar al Duque Vendado, debía seguir sonriendo sin que nadie la hiriera.

Arrastrando a los cinco hombres desmayados, Alfred los llevó más adentro del callejón.

Luego, le dio una leve bofetada a uno de ellos para despertarlo.

—¿Q-Qué…? ¿Qué pasó…?

Que lo golpeara algo invisible era motivo suficiente para caer en confusión.

Pero Alfred no podía perdonar a quienes intentaban involucrar a Sierra en algo.

—¿Qué pensaban hacerle a ella?

—¡Hiiick…! Íbamos a… amenazar al Duque Vendado… pero… ¡¡aún no hemos hecho nada!!

—¡Por supuesto que no, maldito…!

Gruñendo con voz baja, Alfred le soltó un puñetazo en la cara.

— …

—Si la tocan… los maldeciré.

Le susurró al oído en tono amenazante, haciendo que el hombre pusiera los ojos en blanco del miedo.

Alfred tenía muchos enemigos.

Pero hasta ahora había estado a salvo porque rechazaba a los demás, interpretaba el papel del frío Duque Vendado y no dejaba que nadie viera sus puntos débiles.

—Por eso… no quería casarme.

Golpeando la pared con fuerza, Alfred regresó al mercado para asegurarse de que Sierra estuviera bien.

La novia que recibió el frío y despiadado Duque Vendado siempre sonreía feliz.

Eso era prueba suficiente de que la novia era alguien importante para el Duque Vendado.

Para aquellos que deseaban aprovecharse de las debilidades de Alfred, no había blanco más claro que ella.

Mientras corría, en el campo de visión de Alfred apareció un cabello color lino.

—Esto… tiene un sonido muy bonito.

Ajena a las preocupaciones de los demás, Sierra sonreía feliz mientras sostenía un producto en sus manos.

Desde lejos no podía verse qué era, pero con solo confirmar que ella estaba a salvo, para Alfred era suficiente.

Después de eso, Alfred continuó observando a Sierra y a su doncella en secreto, desde las sombras, hasta que regresaron a la mansión.

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