Capítulo 4
El grupo del Duque atravesó las colinas altas y comenzó a cruzar las llanuras.
Clarisse iba sentada en el carruaje, jugando con su bolsita.
Quentin, que se sentaba frente a ella, miraba por la ventana todo el tiempo sin decir una palabra.
Clarisse fue la primera en emitir un sonido en ese carruaje silencioso, justamente porque fue su estómago el que habló primero.
Gruuul.
Sorprendida, Clarisse se cubrió rápidamente el estómago con las manos y miró a Quentin con nerviosismo.
Por favor, deseaba que no lo hubiera escuchado.
Porque odiaba que la consideraran una barriga ingrata.
El grupo del Duque le proporcionaba comida tres veces al día.
Teniendo en cuenta que era una prisionera de guerra, era algo por lo que debía estar muy agradecida.
Además, le habían cedido todo el carruaje, la forma más cómoda de viajar.
Clarisse casi se había quedado dormida varias veces en el asiento mullido del carruaje, sin saber cuál era su lugar.
¡Pero que su estómago hiciera ese sonido era imperdonable!
Cuando alzó la vista, Quentin la estaba mirando con el rostro algo rígido.
Como era de esperarse, lo había escuchado.
—L-lo siento mucho.
Clarisse bajó la cabeza de inmediato y se disculpó.
Hacía apenas unas horas que había prometido no hacer ruido…
—N-no.
Él negó con la cabeza y buscó en la bolsa que tenía al lado.
—T-toma.
Dijo con un tono extraño y le ofreció un pedazo de pan envuelto en papel.
Estaba algo aplastado, pero el olor era delicioso.
Clarisse no sabía si debía aceptarlo siendo una molestia como era, pero como él insistió y extendió la mano otra vez, no tuvo más remedio que recibirlo.
Si lo pensaba bien, era mejor que seguir aguantando con el estómago vacío y terminar haciendo un sonido aún más vergonzoso.
Clarisse se apresuró a quitar el papel.
—Despacio.
Entonces Quentin la regañó con su voz severa.
Quizás temía que se comiera el valioso pan de un solo bocado.
—…Sí.
Clarisse obedeció y mordió un pedazo pequeño, masticándolo a conciencia. Estaba más blando de lo que pensaba gracias a la mermelada.
Mientras comía el pan poco a poco, Clarisse notó que Quentin la observaba.
Sus miradas se cruzaron naturalmente.
Él se acomodó las gafas y frunció el ceño como si algo le molestara.
—Es como ver a un conejito caminando… N-no. En fin, agradécele al Duque.
Clarisse tragó rápidamente el pan que estaba masticando y asintió con energía.
—Sí.
Sin embargo, la reacción de Quentin no fue buena, incluso con esa respuesta tan sincera.
No, al contrario, parecía aún más molesto.
—…¿Pero eso es algo por lo que agradecer? Maldita sea.
Murmuró con rostro aún más severo.
Clarisse lo miró mientras sostenía el pan y habló con cautela.
—Y-yo lo digo en serio.
—¿…?
Quentin la miró de nuevo.
—Soy muy feliz. Estoy agradecida.
Clarisse recordó la condición que el rey de Saphers había impuesto para evitar su ejecución inmediata.
Dijo que le cortaran la cabeza y se la llevaran cuando cumpliera dieciocho años.
Gracias a que el Duque aceptó su petición, había ganado más tiempo de vida del que habría tenido como princesa de Grezekaia.
Pero no solo se sentía agradecida por eso.
—Es que… escuché que las condiciones eran muy duras para aceptar.
La última noche que pasó en el castillo de Grezekaia, el rey de Saphers le dio un día de gracia.
Clarisse había escuchado a la gente decir que las exigencias del rey eran demasiado crueles.
Pero el Duque no lo ocultó ni siquiera un poco, y tampoco dijo que se rendiría.
Clarisse se sentía muy agradecida con él por aceptar con calma un deber que todos consideraban imposible.
—Sé que mi existencia causará muchas molestias al Duque. Por eso…
Clarisse se enderezó y se sentó correctamente.
Enderezó los hombros ligeramente encorvados, alzó el mentón y miró a Quentin con determinación.
Justo entonces, la luz brillante del sol iluminó su cabello rosado.
—Haré todo lo posible por convertirme en la joven de dieciocho años más maravillosa del mundo. Quiero asegurarme de que, cuando el Duque recuerde el sacrificio que hizo hoy, no se arrepienta.
Quentin recordó que la niña frente a él había sido una “princesa”. Aunque llevara ropa vieja.
—…¿Y qué puedes hacer tú, siendo una pecadora?
Trató de ignorar la emoción en su interior y usó un tono frío a propósito.
Porque, de no hacerlo, sentía que querría apoyarla.
—Haré lo mejor que pueda, donde sea que esté, y algún día seré útil para el Duque.
—¿Cómo?
—Como sea necesario.
—Eso es fácil de decir.
Quentin frunció los labios mientras cruzaba los brazos.
—A-alguien pequeña y tierna como tú… No, ¿crees que una mocosa terrible sabe lo que está diciendo?
—Entonces… ¿quiere pensar conmigo?
—¿Qué?
Quentin la miró sorprendido.
Ya no se veía tan confiada como la princesa de hace un momento, y tenía las manos juntas con timidez.
—Debe haber algo que pueda hacer, estoy segura.
—No hay tal cosa. Ese hombre…
Quentin señaló la espalda ancha del Duque, que se veía de reojo por la ventana.
—Ya es perfecto por sí solo.
—¿Perfecto…?
—Sí, si hablamos de artes marciales, de estudios, lo tiene todo. Además, tiene el noble estatus de la realeza.
—Guau…
Los ojos de Clarisse brillaron con admiración, y Quentin se sintió aún más orgulloso.
—Es gracias al Duque que Sheridan, en el norte, que había sido devastado por invasiones demoníacas, es ahora un lugar habitable. Él proveyó sistemas para el suministro de agua todo el año y construyó caminos y carruajes para los pueblos lejanos.
—¡Wow!
—Y no es todo. También encontró cultivos que se pueden plantar en el clima frío de Sheridan. Además, no escatimó en inversiones para investigar métodos agrícolas.
—El Duque debe ser una persona realmente increíble.
—Sí, es literalmente el dios guardián del norte.
Quentin respondió levantando los hombros con orgullo.
—Además, el gran Sir Quentin Sinclair, que es útil para ese Duque, también es maravilloso.
—¿Eh? B-bueno… Hmm. Bueno, no es gran cosa si hablamos de papeleo.
Se acomodó las gafas por reflejo.
—Pero el Duque necesita más desesperadamente un maestro de gólems que alguien como yo. En Sheridan hay más piedras que personas.
—¿Más piedras que personas?
Era solo una historia sobre piedras, pero la niña se veía muy emocionada.
—Sí. Por eso antes se decía que era la tierra favorita de los Maestros de Gólems. Bueno… ahora dicen que esa tradición se ha perdido.
—¿Maestro de Gólems? Es la primera vez que escucho eso. ¿Qué hace?
—Es un mago que puede dar vida a piedras comunes. El gólem gigante que recibe vida se convierte en un sirviente leal. ¿Por qué estoy explicando esto? En fin.
—Es muy interesante. Sir Quentin Sinclair tiene una forma muy atractiva de hablar. Es la primera vez que oigo algo tan misterioso e interesante.
—Ejem… Llámame Tío Quentin.
—Sí, Tío Quentin. Entonces, ¿qué hace esa criatura gólem?
—Lucha contra demonios aterradores y, a veces, se convierte en un edificio. La mansión Sheridan es una estructura construida de esa manera.
—¡Uau, el Tío es una enciclopedia andante!
Clarisse rió y aplaudió, y él se cubrió la cara con las manos.
A simple vista, parecía que quería gritar: «¡Aaaaah, qué linda!», pero Clarisse pensó que debía haberlo escuchado mal.
—De todos modos, esa no es la única grandeza del Duque. Una vez fue el caballero más popular de la capital.
Era muy distinto del hermoso Lysander, pero muchas mujeres adoraban sus ojos fríos.
—Todas las damas de la capital le escribían cartas de amor.
—¿Qué es una carta de amor?
—Eh… es una carta en la que lo elogian por ser guapo. Nada que ver con amor ni con hombres y mujeres llevándose bien.
—Entonces yo también quiero escribir una carta de amor para el Duque.
—¡No puedes!
Quentin negó con la cabeza de inmediato.
—Porque eso no es algo que deba escribir una niña.
—Hasta una niña puede escribir elogios diciendo que alguien es genial. Escuchar eso hace que uno se sienta mejor.
—No puedes porque esas cartas solo las escriben los adultos que se gustan entre sí. Además, ahora el Duque solo puede recibir cartas de amor de una mujer.
—¿…?
—La Duquesa de Sheridan.
Clarisse intentó imaginar cómo sería la mujer que tenía una relación con el gran Duque.
Seguramente era una mujer fuerte y maravillosa.
Porque es la esposa perfecta del Duque.
Clarisse ya comenzaba a emocionarse por conocerla.
—Es una persona muy hermosa.
Y como era de esperarse, el amable Quentin empezó a explicar nuevamente.
—¿Cómo decirlo? Todos en Sheridan estaban fascinados por su elegancia serena.
—De alguna manera, así lo parece.
Clarisse asintió rápidamente, y Quentin se animó aún más, añadiendo con rostro brillante:
—¿Verdad? Los caballeros del Duque incluso juraron lealtad a ella, llamándola la Reina de Hielo. ¡Porque Sheridan es la ciudad de la nieve!
—¡Guau! ¿Estás diciendo… la reina?
Al oír esa palabra, Clarisse se asustó terriblemente sin darse cuenta, y ambos hombros le temblaron.
Cuando le dijeron que ella era su reina, recordó a la mujer que la miraba con odio mientras decía: «Apesta».
—Es una expresión metafórica, pero es verdad. En fin, eso quiere decir que es tan hermosa como eso. Literalmente, una pareja perfecta para el Duque.
Pero Quentin estaba demasiado emocionado como para notar el cambio en Clarisse.
—¿Lo ves ahora? ¡Por eso no puedes serle de ayuda al Duque!
—…Sí.
Clarisse bajó la cabeza en silencio.
—¿…?
Quentin se sintió algo raro. Esperaba que la niña insistiera y dijera: «¡No!».
‘No, no.’
Sacudió la cabeza con fuerza. Clarisse era una prisionera de guerra.
Ser obediente era natural.
El carruaje volvió a quedar en silencio.
⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Matrone Scan
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