Capítulo 1: Parte 1 – “Después de la derrota y captura, alguien siempre acaba embarazada”
En el húmedo y oscuro calabozo, Lion estaba firmemente encadenado por grilletes encantados, incapaz de moverse.
Su armadura destrozada colgaba de su cuerpo, apenas sostenida, y las marcas rojas en sus muñecas demostraban que había luchado con todas sus fuerzas por liberarse.
Pero todo fue en vano.
Tres días antes, él había liderado al ejército imperial de cazadores de dragones hacia el Santuario del Dragón Plateado, decidido a eliminar a esa malvada dragona que causaba estragos en la región.
Sin embargo, fue traicionado por un villano: apuñalado por la espalda y su posición revelada a los dragones plateados.
Sin Lion liderándolos, el ejército fue derrotado rápidamente y se dispersó.
Lion fue capturado vivo por la tribu dragón y encerrado en este calabozo.
Durante tres días, no había probado ni una gota de agua, solo deseaba morir.
Antes que ser humillado y torturado por esos malditos dragones, prefería una muerte rápida.
Sin embargo, encadenado por esas ataduras mágicas, ni siquiera podía quitarse la vida.
Tal vez, incluso si lo liberaran, ya no tendría fuerzas para suicidarse por el hambre.
Aturdido, escuchó ruidos al fondo.
Era el banquete de celebración de los dragones.
Lo había oído por los guardias que lo vigilaban.
Una celebración de una semana para festejar la derrota del más fuerte cazador de dragones del imperio: Lion Casmod.
“Qué raza tan derrochadora”, pensó Lion.
Pero no tenía energía ni ánimo para criticar a nadie.
Goteo… goteo…
El agua del techo caía una gota tras otra sobre las cadenas.
Ese sonido monótono parecía marcar la cuenta regresiva de su vida.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando la puerta del calabozo se abrió.
—“Ustedes salgan. Quiero hablar a solas con nuestro gran héroe cazador de dragones.”
—“Sí, Su Majestad.”
Creak—
La puerta se cerró.
Luego, unos tacones resonaron contra las piedras del suelo.
El sonido se fue acercando poco a poco.
De repente, los pasos se detuvieron.
Alguien se detuvo frente a la celda.
Lion alzó la vista con dificultad y vio una melena plateada brillante, como una galaxia colgando del cielo, deslumbrante.
Pero la cola bajo la falda de esa figura puso a Lion en alerta.
Cabello plateado. Cola de dragón. “Su Majestad”…
Lion entendió quién era:
La Reina de los Dragones Plateados, Roswither.
Roswither abrió la celda, entró despacio y se plantó frente a Lion.
Olía un poco a alcohol, y su rostro fino tenía un leve sonrojo. Seguramente había bebido de más celebrando.
Estaban muy cerca.
Pero qué contraste: uno hecho un desastre, con la ropa rota y su antigua armadura majestuosa ahora sin brillo;
la otra, vestida con ropas elegantes, su largo cabello plateado impecable, y sus ojos verticales llenos de desprecio y burla.
La luz que entraba por la única ventana del calabozo bañaba la espalda de Lion y el rostro de la reina.
No parecía el encuentro entre un héroe caído y una reina altiva… parecía más bien un creyente caído suplicando perdón a una santa.
Shhh—
La cola plateada se movió y con su punta levantó el mentón de Lion.
—“Vaya, qué hombre fuerte y apuesto. Esas cicatrices le quedan perfectas a esa cara.”
La reina rara vez elogiaba a alguien.
A menos que de verdad le pareciera guapo.
Pero Lion apartó la cola con desprecio.
Roswither frunció el ceño y su cola volvió, esta vez enrollándose fuertemente en su cuello.
—“¿Cómo te atreves a ser tan insolente conmigo?”
Su voz era fría, pero cargada con la autoridad de una reina.
Al mismo tiempo, la presión de la cola sobre su cuello aumentaba.
El rostro de Lion se tornó rojo. Su ya débil cuerpo no recibía oxígeno y pronto moriría.
Pero aun así, seguía mirando fijamente a Roswither, sin ceder ni un poco.
Tras unos segundos de tensión, justo cuando Lion iba a perder el conocimiento, la reina soltó su cola.
—“Eres un hueso duro de roer. Pero no sirve de nada, igual vas a morir.”
—“Haz lo que quieras, pero hazlo rápido”, respondió Lion.
—“¿Acaso ese es el discurso final del famoso cazador de dragones? Qué cliché.”
Roswither sonrió con desprecio.
—“Dime, gran héroe, ¿tienes esposa? ¿Hijos? Si no, si mueres aquí, ¿no terminará tu linaje?”
Era una humillación verbal. El vencedor tenía derecho a eso.
—“La caída de un cazador de dragones suele anunciar el ascenso de una nueva generación de héroes.”
—“Pero en tu caso, parece que no hay sucesores, ¿eh?”
Roswither estiró su mano y acarició con la punta de su dedo una herida en la cara de Lion.
—“Qué lástima. Si no te hubieran traicionado, tal vez habrías logrado milagros aún mayores.”
—“Tus descendientes habrían heredado tu gloria. Los dragones habríamos sido exterminados.”
—“Habrías sido una leyenda venerada por mil generaciones.”
—“Pero qué pena…”
—“Te vas a morir aquí~”
Slash—
Roswither rasguñó su cara, dejándole una nueva herida.
Su dedo se manchó de sangre, pero en vez de limpiarlo, se llevó la gota a los labios y la lamió lentamente.
Lion levantó la mirada. Vio la cara sonriente de Roswither y la sangre en su boca.
Entonces, un pensamiento de venganza cruzó su mente.
Recordó un hechizo que había aprendido hace tiempo.
Un hechizo que solo podía usarse una vez en la vida… y este era el mejor momento.
—“Su Majestad…”
—“¿Oh? ¿Vas a suplicar? Héroe valiente, no te lo voy a poner fácil~”
—“Majestad, antes preguntaste si tenía hijos… ¿cierto?”
Roswither arqueó una ceja.
—“¿Qué? ¿Sí tienes?”
—“No tenía. Pero… ¡en breve los tendré!”
—“¿Qué di…?”
Antes de que terminara, Lion alzó la cabeza y miró directamente a los ojos de Roswither.
En ese instante, ella se sintió débil, su conciencia se nubló.
Los ojos de Lion parecían emitir ondas que influían en su voluntad.
Ella, sin poder evitarlo, se acercó, lo abrazó… y luego lo besó.
Lion odiaba a los dragones, pero por venganza… aguantó.
El beso duró decenas de segundos. La reina, algo ebria, se sonrojó aún más y empezó a jadear.
Lion supo que era el momento.
…
Una hora después, Roswither abrió lentamente los ojos.
Estaba agotada. Bajó la vista: su ropa estaba desarreglada, el pecho casi al descubierto, la piel blanca salpicada de sangre.
—“Despertaste, Su Majestad… o mejor dicho, reina madre”, dijo Lion desde un rincón, sonriendo.
Ella volteó y vio que las cadenas encantadas de Lion ya estaban rotas, pero él no había escapado.
Sabía que con ese cuerpo moribundo, ni siquiera podía huir. Solo esperó a que ella despertara.
Roswither, con rabia, se levantó, se arregló la ropa y lo tomó del cuello:
—“¡¿Qué hiciste?! ¡¿Qué hechizo usaste para embarazarme?!”
“Su Majestad la Reina, desde hace un momento, usted ha cometido dos errores en total.”
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